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También Huyn había advertido que el problema de la libertad no estaba tanto en las formas políticas como en "las ideologías que desprecian al hombre”.
El susurro de la serpiente.
Todas ellas tienen un elemento común: la autonomía moral del individuo. Puede parecer una paradoja que la promesa del demonio a Adán y Eva, que da título a este libro, acabe arrastrando a la humanidad por los suelos. Pero justo para quien vea en ello una contradicción se escribió Seréis como dioses.
"Si Dios no existe, todo está permitido", afirma en Los demonios Kirilov, uno de los más célebres personajes de Fiodor Dostoievski. Las páginas de Huyn, de principio a fin, explican el sentido profundo de esa sentencia y cómo fue tomando cuerpo en la historia del pensamiento, del arte y de la política.
Cuando robamos a Dios la majestad debida y le expulsamos del santuario, ese hueco no queda vacío: "De los altares olvidados han hecho su morada los demonios", dijo Ernst Jünger.
Es un proceso que arranca en el Renacimiento, donde Dios parece solamente apartado del centro, pero aún lo ilumina todo; continúa con
Porque es en la política donde ese abandono de la divinidad se traduce en "el imperio totalitario de ideologías que sirvan como sucedáneos de la religión". Huyn acomuna en ese designio a Robespierre y a Lenin, y por supuesto al empeño nacionalista. Se detiene en particular en el nacionalismo ruso, no menos arriesgado en la versión nihilista que en la espiritualista y son, en ese sentido, muy interesantes, las matizaciones al discurso de Dostoievski.
Dieciocho puntos para un programa de acción.
Una de las razones que convierten “Seréis como dioses” en la obra de referencia que señalaba Soley es que Huyn incorpora a su discurso propio un impresionante arsenal erudito de citas de los grandes y pequeños nombres del pensamiento universal, tanto con obras clásicas como con las contemporáneas en el momento de la redacción. Al leer asistimos así a un repaso completo a la cultura de nuestro tiempo, pero orientado en la dirección que sabiamente fija el autor desde la primera línea.
Las últimas constituyen todo un llamado a la acción y a la responsabilidad, a "demostrar hombradía y valor cívico" para orientar la marcha de las cosas: "Todo aquel que en un tiempo como el nuestro no se exija cuanto pueda será de un modo u otro culpable".
Por su parte, junto al esplendor teórico de su obra, Huyn ofrece un programa de dieciocho puntos para una "política conservadora [que resguarde] la dignidad del hombre como hijo de Dios". Que es algo más encumbrado que "ser como dioses", como bien sabía en su perfidia la serpiente del Paraíso.