Como muchos otros fines de semana, éste me lo pasé totalmente desconectado de los medios de comunicación, porque hay noticias y acontecimientos que no me interesan en absoluto.
Entre los e-mails que he recibido hoy, hay uno de una amiga gallega, en el que me confirma lo que ya suponía: el fracaso total de la visita del Papa a Santiago. En esta ocasión el pueblo gallego no se volcó con él en los pocos kilómetros de recorrido, tal como lo hizo en las visitas anteriores de Juan Pablo II.
En cuanto a la visita a Barcelona, sólo fue positiva para que todo el mundo pudiera contemplar la más grande maravilla de la arquitectura universal, la que atrae a más de la mitad de los turistas que visitan Barcelona, pero hubo demasiada parafernalia y ningún mensaje para la humanidad. Todo lo demás, kk, si exceptuamos la breve visita que hizo a una institución benéfica. Esos sí lo merecían para sentirse felices.
Mientras media España se empapaba con la visita del viejo Papa romano, yo me empapaba con una joven mamá rumana, que me llena de satisfacción y de amor. Por ella sí vale la pena vivir y no por lo que los clérigos predican y no practican.
No entiendo cómo puede haber tanto fanatismo religioso en todo el mundo, con las leyes retrógradas que imponen las múltiples religiones existentes y viendo cómo actúan los que van de cristianos. Si Jesucristo levantara la cabeza y les observara, se moriría de vergüenza y no haría falta que le crucificaran.
Queridos creyentes, seguid adorando algo que no existe y propiciando que los líderes eclesiásticos se llenen sus panzas y sus arcas con joyas y pasta gansa; mientras la mayoría sufre hambre y enfermedades. Reflexionad un poco, que pensar no duele.
CONSTANTE
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