Para ver en los medios de comunicación lo que ocurre en este país, más vale estar desconectado, pero como no se puede estarlo del todo se ha de mirar de vez en cuando algún informativo. Hoy precisamente hubo una de cal y una de arena, una noticia que indina y otra que avergüenza. Ya era hora de que nos enterásemos de lo que asigna el Estado a la familia real y lo han repetido varias veces para que nos quedase claro; como que hay otras casas reales europeas que aún salen más caras a sus súbditos. Lo que me avergüenza más es que acto seguido nos anuncien la congelación por parte del nuevo Gobierno del salario mínimo interprofesional, que es de 641 euros mensuales, más o menos la décima parte de lo que cobran los perros que ejercen de concejales. ¡Madre mía, qué van a hacer con tanto dinero la mayoría de las familias españolas si el kilogramo de patatas les cuesta prácticamente lo mismo a los habitantes del barrio más pobre de cualquier pueblo de provincia que a los de La Zarzuela! Por fin comenzamos a ver lo que era de esperar de esa mayoría absoluta. Dadles las gracias a los millones de trabajadores que les han votado y ya podéis ir preparando la vaselina.
¿Hasta cuándo tenemos que esperar para indignarnos todos y acabar con los privilegios de tanta gente desalmada que sólo piensa en el dinero? Por eso se me ocurrió el siguiente poema:
Malditos sean los ricos,
los cínicos e hipócritas,
los nobles y la aristocracia,
por tratarnos como a micos
y vivir como sibaritas,
incluso en democracia.
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