viernes, 8 de octubre de 2010

¿Alzhimer o andropausia?

En un cercano reino, antiguo imperio venido a menos en todos los sentidos, hay un pequeño principado que sueña con ser independiente. Es allí donde se está produciendo un caos político patético, que produce deseos de desconectar de todo a los sufridos votantes.

En ese reino, durante la Dictadura, los hijos de papá de la burguesía, que comulgaban con los ideales del dictador, se formaron en las mejores escuelas y universidades privadas de la Condal City, disfrutando de los más exquisitos placeres de la vida en los mejores clubes, pues eran la élite económica de una poderosa sociedad, trabajadora y cosmopolita. Durante la transición a la democracia, coparon las cúpulas de todos los partidos políticos, desde la extrema izquierda hasta la derecha más recalcitrante, porque no cabían todos en la derecha tradicional.

El último mohicano de aquella generación fue defenestrado del más alto cargo del principado, por la voluntad del líder del imperio, al aplicar la cita “quítate tú que me pongo yo” o pongo a un amigote mío. El caso es que, frustradas las ilusiones de alcanzar un segundo mandato, a alquien se le ocurrió decir que el pobrecillo descabalgado “democráticamente” del puesto número 1 sufría alzheimer. El alzheimer es la única enfermedad del cerebro que puede fingir hasta el más tonto del país, si los que le escuchan son idiotas. ¿No confundirán alzheimer con andropausia? Eso no se lo cree nadie medianamente inteligente, porque amnésicos como él hay millones; seres que no han tenido la oportunidad de adquirir conocimientos que merezcan la pena ser recordados.

En los próximos cien días asistiremos al “politicaos” autonómico, esperando que llegue al poder el chulo y ambicioso rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, para seguir con las prebendas políticas del antiguo salvador, Catalonia’s King y los cuarenta ladrones. Lo peor de todo es que su mandato coincidirá en la capital del reino con el de un bobalicón apóstol de Santiago, con barba blanca y pelo teñido, al que no le cabe la lengua en la boca y llegará al poder sin dar un palo al agua ni merecerlo. Tenemos los políticos que merecemos, por ingenuos y por dejarnos engañar. Con lo que iremos de Guatemala a guatepeor.

CONSTANTE

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