sábado, 9 de octubre de 2010

Cómo elegir un Presidente

Cuando trabajaba, deseaba jubilarme para tener más tiempo libre. Pensaba que trabajar era perder el tiempo y ahora que no trabajo aún tengo menos que antes, porque tengo más cosas para realizar, aunque sin preocupaciones y le dedico más tiempo al pensamiento, a la reflexión y al análisis de las cosas.

Por ejemplo, cuando era joven ya se me ocurrían ideas sobre las que escribir y no sabía cómo hacerlo. Ahora tampoco sé, pero las ideas se multiplican cada día en mi mente y ya no tomo nota de ninguna, porque fluyen sin cesar.

Como cada día veo menos la televisión, hastiado por lo que se ve y por la clase política que nos amarga la vida, se me ocurrió una incongruencia sobre un programa cultural en el que seleccionar a la persona más capacitada del país, mejor mujer que hombre, para presidir el Gobierno de la nación o mejor aún, para Presidente de una nueva república. Estoy seguro que el programa sería una pasada y podría funcionar más de un año.

El problema es que a posteriori habría que reformar la Constitución y eliminar la lacra de los partidos políticos, tal como funcionan hoy en plan mafioso, mirando sólo sus intereses electorales y no los del pueblo que les vota, pero como todo depende de ellos, mi gozo en un pozo y el programa no se podrá realizar; en primer lugar, porque a nadie le interesan las ideas de un don nadie y en segundo, porque los medios ya están saturados de programas originales importados de otras televisiones extranjeras, pagando sus derechos correspondientes, porque lo de aquí no vende.

Como idea, el programa no estaría mal, porque juntamente con el pueblo podría elegir directamente al más capacitado de los candidatos, no como ahora, que llegan los más impresentables a la cima de todas las instituciones, cuanto más inútiles son. Y esto habría que hacerlo extensivo a todos los organismos y empresas del país, para salir de una vez por todas del atolladero en que nos han metido los ineptos políticos y los insaciables capitalistas.

Como no me gusta perder el tiempo, ni tan siquiera llamaré a la puerta de nadie que pueda escucharme, porque no necesito realizar ningún sueño para sentirme feliz, pero expongo aquí el principio de la idea, tan como ya hice con otra similar en el libro “Sueños y secretos de una saga”, publicado en el 2006, por si a alguien le pica la curiosidad y quiere escucharme.

Sé que los políticos no se presentarían al programa para no hacer el ridículo y lo criticarían, sin lugar a dudas, porque ellos se creen nuestros salvadores. ¡Qué haríamos sin ellos!


CONSTANTE

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