Justo cuando en varias ciudades españoles se manifestaron ayer miles de ciudadanos a favor de la República, nos enteramos que regresaba el Rey accidentado de una cacería en un país africano. No sé qué se le había perdido allí las otras veces que fue.
El caso es que un día nos dice que el paro de la juventud española le quita el sueño, pero en cuanto tiene unos días sin ocupación se larga a disfrutar de lo lindo, y eso cuesta un huevo y parte de otro. A ver si se entera de que ya no está para muchos trotes. Cuando no es la rodilla es el pulmón o la cadera, y si no es el tobillo es el tubillo de mear, que lo tenía siempre hambriento. Como buen cachondo mental, podía pensar en lo que le ocurrió a su abuelo en 1931, por eso nació él en Roma. Tiene suerte de que la mayoría de los españoles le aclaman, sino ya nos hubiésemos librado de esa anacrónica institución monárquica, que nos está saliendo más cara que un hijo tonto y no sirve para nada.
Después de tantos achaques y el escándalo de su yerno Urdangarín, creo que ha llegado el momento de la abdicación, que para eso llevan preparando a su hijo durante más de treinta años.
Yo he trabajado cincuenta y un años, contando los dos que serví en la Brigada Paracaidista, y nunca he estado ni un día de baja por enfermedad ni accidente. Tengo un sistema inmunitario extraordinario y me pregunto por qué tienen tantos accidentes y dolencias los individuos que no han dado nunca un palo al agua. ¡Lo que tenemos que aguantar! ¡Viva la España adormecida!
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