domingo, 29 de abril de 2012
Españoles tontos
Hace unos días muchos andaluces se quejaron porque al buscar en Google, los andaluces son, aparecían, entre otras cosas, los calificativos de tontos o vagos. No quiero entrar en el debate, pero después de lo que se sabe acerca de las drogas en este país y lo que acaba de verse en la televisión acerca de los consumidores de cocaína, los tacharía de retrasados mentales o idiotas.
Saben que la cocaína está cada vez más adulterada con sustancias prohibidas muy peligrosas para la salud, entre las cuales incluso se encuentra celulosa o yeso. Éramos los primeros consumidores de Europa y ahora ya nos superan Italia y Gran Bretaña, pero eso no me satisface en absoluto, porque seguimos siendo igual de tontos. Según han informado, el gramo se paga en torno a los sesenta euros y luego nos quejamos de que la vida está cara. Si un saco de yeso de veinticinco kilos vale más o menos un euro, imaginaos cuántos miles de euros puede sacar en una temporada un camello si los jóvenes y los que no lo son tanto, son tan imbéciles que flipan esnifando mierda y se joden la salud y la vida, como verdaderos subnormales.
¿Qué hacen los padres y los profesores que no educan ni controlan a la juventud? Estamos perdidos con esta juventud nini, pero que sí se droga. A veces se ven casos de niños y no tan niños que se fían de cualquier camello y cascan por probar sustancias peligrosísimas. Por lo que se puede afirmar que el que la busca la encuentra o no hay bien que por mal no venga; pues muerto el perro, muerta la rabia.
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Del atracón colectivo a tener que digerir que no quedan ni las migas
ResponderEliminarLos meteorólogos alertan de la llegada de una ciclogénesis explosiva. Lo terrible es que no sabemos si hablan del tiempo, de la Bolsa o de nuestro futuro.
Hay veces en que uno esta mal. Ahora estamos peor, y no porque la economía esté más lánguida que Margarita Gautier, ni porque la recesión haya plantado su tienda entre nosotros, ni porque lo único que se confirma con fortaleza de mástil sea el agujero negro del Estado, ni porque nos hayamos acostumbrado al horror del paro. Estamos peor, simple y llanamente porque lo vamos a estar más.
Por no poder no podemos ni deprimirnos porque los ansiolíticos se han puesto a precio de gasóleo, el gasóleo a precio de solomillo y el solomillo a precio de bono español. Los mercados de deuda parecen Tiffany´s y el parqué una lonja de subastas de pescado.
Ante semejante escenario de viñeta del Creepy, los sindicatos proponen movilizaciones y el Psoe que las familias salgan a montar el pollo. Como muestra de oposición responsable no parece una respuesta brillante. Salimos a la calle, y qué. A parte de tomar el aire, que de momento, es lo único que no paga impuestos, lo que hay es lo que hay y no veo yo a los bancos enternecidos por el mensaje, ni a los empresarios lanzándose en masa a invertir conmovidos por el gesto. Los socialistas en la oposición recuerdan a aquella portada de "Hermano Lobo" que mostraba a un político subido en una tribuna: "O nosotros o el caos" decía, "El caos, el caos" gritaba el pueblo en masa, a lo que el preboste respondía: "Da igual, el caos también somos nosotros".
Durante un tiempo a todas luces excesivo, nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades alentados por una clase política más preocupada por asegurarse la poltrona a golpe de chequera que por cuadrar los balances. Los alcaldes se han dedicado a ofrecer servicios que además de no estar dentro de sus competencias han ahogado la inversión privada en sus municipios - a ver quién era el guapo que abría en el pueblo un centro de Pilates si el ayuntamiento daba las clases por tres euros al mes -. Los presidentes de Comunidad no han parado de dar la matraca hasta que han conseguido su universidad y su aeropuerto, que era lo que les daba caché y votos, y los sucesivos gobiernos centrales, agarrándose a esa máxima interna de que arree el que venga detrás, nos han hecho creer que el abuso era lo normal, el despilfarro, generosidad y el crecimiento desaforado, lo sano.
Cualquier crisis es dura por definición, pero lo es aun más cuando a sus víctimas se les ha convencido de que el saco no tenía fondo y que lo extraordinario era un derecho al que jamás se nos iba a obligar a renunciar. De golpe y porrazo, los ciudadanos hemos descubierto que nada es para siempre. A partir de ahora tendremos que acostumbrarnos a que los Reyes Magos, en vez de dejarnos regalos, se lleven nuestros zapatos para venderlos al peso.
Hagamos como Noé, no es broma, un Sunami nos acecha y está esperando a que las aguas se inquieten, para que no veamos la ferocidad del mismo, no habrá ser humano ni político que por mucho que haya amasado quede inderne.Todos sin excepción hemos apretado el botón para ponerlo en marcha.Pero no todo tiene que ser pesimismo, tenemos la obligación y el deber de encontrar no una salida, si no hacer, un muro de altas y gruesas dimensiones para no ser sorpendidos y desaparecidos. Hagamos que la tierra que tenemos podamos sembrar las semillas que nos sirvan de sustento. Y una vez hayan comprendido o desaprecido los avaros, orgullosos, prepotentes, que sus haciendas no llenan su estómago se hagan humanos y recojan las migas de la anterior siembra y compartan las sobras con los que por circunstancias físicas no puedan ayudar.El tiempo es una mentira, tarde o temprano, más bien pronto, tenemos que ser solidarios y comprensivos .