lunes, 21 de noviembre de 2011

Euforia y debacle

Que no tengan tanta euforia los que ganaron, porque las cosas no están como en 1996, cuando la economía ya estaba lanzada, pero ahora se estrellarán, por muy listos que sean.

Los socialistas pusieron en bandeja el éxito de los populares, pero Rubalcaba no merecía ese castigo, porque se ha implicado más que ningún otro candidato del partido, aún sabiendo lo que le esperaba. Es paradójico que se castigue a quienes hacen lo que deben obligados por la crisis, sabiendo que los premiados lo van a hacer peor para la mayoría de trabajadores y pobres en general.

Y como no hay bien que por mal no venga, me alegro que haya tantos grupos parlamentarios. A partir de ahora serán mucho más interesantes los debates en el Congreso. No me extrañaría que Rajoy lance a los ministros a debatir, como hizo Suárez en su día; porque aunque es alto, no da la talla en todos los temas.

Aunque el PP no merezca la mayoría absoluta, me alegro de que la tenga para no tener que aguantar a Duràn i Lleida como salvador de la patria a la que no quiere pertenecer ni podrá ser ministro, su obsesión histórica e histérica.

También me alegro de que ya no sólo haya salvadores nacionalistas en el País Vasco, los que se aprovecharon de la lucha armada de ETA durante treinta años, para conseguir los privilegios fiscales que para sí quisiéramos los catalanes y otras regiones industrializadas de todo el mundo.

Lo que es injusto y absurdo es que a unas formaciones les cuesten el doble de votos los diputados, debido a la ley electoral. Creo que se debería cambiar el sistema cuanto antes para acabar de una puñetera vez con el nefasto bipartidismo.

También me pregunto por qué no se puede meter en la cárcel a los políticos que arruinaron y endeudaron ayuntamientos y comunidades autónomas para varias generaciones. ¡Joder, qué país!

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