Nada me revienta más que ver el despilfarro de las administraciones de este país, tanto los ayuntamientos con los fuegos artificiales en las fiestas mayores para alucinar a bobalicones, como la exagerada iluminación navideña en todos los pueblos y ciudades, con la que está cayendo, cuando hay miles de indigentes, millones de trabajadores que no tienen ocupación y más de un millón de familias en el umbral de la pobreza. Estos días se están encendiendo los alumbrados navideños para incitar al consumo, cuando no tenemos donde caernos muertos. Por eso se me ocurrió publicar este poema escrito ya hace tiempo, refiriéndome al exagerado alumbrado público, especialmente en las urbanizaciones con tan poca población:
Si al mirar a la ventana,
ves el día o la noche,
no te levantes de la cama,
ves que todo es un derroche.
Ves la farola que alumbra,
la calle que está desierta
y ella ahí tan despierta,
malgastando la energía
y tú en casa a oscuras,
por no encender la bombilla,
luego, ¿cómo pagarías?
para que alumbre tu puerta.
Ves el mundo disparado,
el viento corre y sopla,
el reloj no se detiene
y aunque te rompas las sienes,
no encuentras el aliciente,
para el sentir de una copla.
Luego te dice la gente,
¡vaya alegre por la vida!
Pero con remordimiento,
debes de caminar lento
y pensando en todo esto,
diría a toda esa gente
¡que yo jamás podría!
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