Cuando España iba bien, Álvarez Cascos era secretario de organización del Partido Popular y Vicepresidente del Gobierno, a pesar de ser un cabezón microcéfalo y prepotente. Hace un año se llevó un disgusto a ser rechazado por su partido cómo cabeza de lista para las elecciones en el Principado. Entonces creó su propio partido y soñaba con la gloria. Yo tenía la corazonada de que eso no podía ser, porque ni él se merece ese honor ni el maravilloso pueblo asturiano se merece un presidente tan inepto. Hoy dijo que convoca elecciones anticipadas para el 25 de marzo, algo que no se le debería permitir si su programa y el del PP son prácticamente iguales; lo que significa que el problema de la gobernabilidad en Asturias se debe a la desmedida ambición y a los personalismos de los políticos, no a los programas de sus formaciones ni al no poder aprobar los presupuestos, porque si estos fuesen sociales como deberían, incluso tendrían el apoyo del PSOE.
El CIS dice cada trimestre que la lacra política española es el tercer problema del país, pero yo diría que ése es el problema más grave que tenemos, porque de ellos depende el funcionamiento coherente de las instituciones y de la economía. Pienso que ya no hay esperanza posible con esta gentuza en el poder. Menos mal que a mí me desborda la serotonina y ya no hay ni un sólo motivo que me produzca depresión.
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