martes, 17 de enero de 2012

Conspiraciones

Con la llegada de la democracia y la ingenuidad de los treinta años, pensaba que todo comenzaría a funcionar a la perfección, por confiar plenamente en los tres poderes del Estado. Pero los años fueron pasando y ahora estoy muy decepcionado y avergonzado al ver lo que ocurre en este país.
A lo largo de este tiempo hubo infinidad de conspiraciones, como la que el PP y Garzón tejieron para intentar derribar a Felipe González con el caso GAL, porque no le había nombrado ministro, o una de las últimas tonterías para implicar al pobre Rubalcaba en el caso Faisán, como si los terroristas tuviesen más derechos que las víctimas.
De vez en cuando vemos en el banquillo a chulos y prepotentes como Camps, porque era tal la evidencia, que la justicia no tuvo más remedio que meter mano para que no se le viera el plumero. Todo surgió cuando el juez superestrella Garzón comenzó a investigar la trama Gürtel. ¿Cómo se atrevió a señalar a unos políticos tan dignos que son los más votados del país? Por eso y otras causas, el juez está ahora siendo juzgado y el objetivo de su procesamiento no es otro que haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, como si el dictador criminal y asesino y todos los que aún les gustaría seguir lamiéndole culo fuesen los intocables de Eliot Ness.
Nunca me gustaron en ningún tipo de actividad los profesionales chulillos y prepotentes como Garzón, por eso conspiran contra él, pasando de conspirador a víctima, pero reconozco que harían falta muchos jueces así de ejemplares para meter caña a los corruptos, usureros, especuladores, asesinos, traficantes y un largo etcétera. ¿Cómo se atrevió a meterse en camisas de once varas, cuando todavía hay muchísima gente que adora al “beato” Franco? Ahora sólo hace falta que se le dicte una pequeña condena para que quede inhabilitado para muchos años y quedemos huérfanos de jueces con pelotas.
Está claro que los que tienen el poder económico en este desdichado país son una lacra inmunda e intocable, porque son todos, juzgadores y juzgados, lobos de la misma camada y es difícil luchar contra eso mientras nos dejemos atontar con el fútbol y la televisión. En este país la cultura y la educación nos persiguen, pero nosotros somos más rápidos. No vaya a ser que la sapiencia destruya las pocas neuronas que tenemos. ¡Viva la ignorancia y la felicidad, que van unidas!

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