Nuestro primer presidente de la democracia pudo prometer, prometió y cumplió, pero el actual prometió y no cumple. En más o menos tiempo todos los presidentes han sufrido el síndrome de la Moncloa y es Rajoy el primero que lo sufre justo a las dos semanas de jurar el cargo.
En la rueda de prensa de hoy los periodistas se cansaron de preguntarle a la portavoz si Rajoy se presentará en el Congreso para explicar los cambios de programa, pero les dejó claro que no lo hará hasta pasado el primer mes. Si cuando estaba en la oposición se escondía, imagináoslo ahora que tiene que dar explicaciones. Menos mal que nombró vicepresidenta y portavoz a una mujer inteligente que le quitará siempre las castañas del fuego al dominar todos los temas tanto o más que él.
Hace año y medio me publicaron un comentario sobre las subvenciones locales y fui muy criticado por las asociaciones de Mollet al decir tantas verdades, pero hoy recibí una información de parte del amigo Carlos Aponte, en la que se explica como la Iglesia Católica recibe del Estado nada más y nada menos que la cantidad de casi 160.000 millones de € anuales. Esto demuestra que los gobiernos están en manos de los poderes fácticos y los especuladores, porque si tuvieran agallas se las retirarían, por mucho que los católicos creyentes marquen la crucecita de marras en su declaración. Pero también tendrían que retirar las subvenciones a los partidos políticos, a los sindicatos y demás organizaciones que viven del cuento. Si los contribuyentes quieren aportar dinero a la Iglesia o a otras mafias, que lo hagan después de apoquinar lo que les corresponde, aunque sea injusto. Si los recortes son según ellos pecata minuta, con el montante de estas subvenciones se acabarían de cuajo los problemas de la deuda pública, la soberana y todas las demás, tanto las locales, como las autonómicas y las estatales; pero los políticos son una lacra inmunda incapaz de coger el toro por los cuernos para acabar de una vez por todas con los privilegios de los desalmados que han gozado siempre de impunidad y de la abundancia, cuando ya hay millones de personas en el país que están pasando hambre y calamidades.
Me avergüenza esta clase política, pero a mí ya me da lo mismo 8 que 80, porque para lo que me queda en el convento, eso… Moriré feliz al perderles de vista.
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