lunes, 10 de mayo de 2010

La igualdad de los españoles

Los políticos españoles se llenan la boca diciendo que todos somos iguales ante la ley, pero no se lo creen ni ellos.

Sino que se lo pregunten a los que tienen que acudir a los abogados de oficio en cualquier tipo de querella, sabiendo que los defendidos por abogados de los mejores bufetes tienen todos los casos ganados de antemano. Por lo tanto, no se puede decir ni asegurar que todos somos iguales ante la justicia.

En cuanto a la educación, a la administración no le interesa que la educación pública funcione, sino no se explica por qué retrocedemos cada año en esa parcela. Ellos saben que para la élite de la sociedad ya salen preparados demasiados yupies de las escuelas y universidades privadas. Por lo que tampoco somos iguales en educación.

El el campo de la seguridad ciudadana, ¿para qué van a preocuparse, si ellos pueden pagar seguridad privada? Por lo que no todos somos iguales ni tenemos los mismos derechos.

En el mundo laboral, generalmente a menos formación menos empleo y es como el pez que se muerde la cola. Si la Constitución dice que todos tenemos derecho al trabajo, a juzgar por lo mal repartido que está, tampoco somos iguales en ese campo. ¿Y qué decir de la vivienda? De la que hay que ser esclavo toda la vida, siendo otro derecho reconocido en la carta magna.

En sanidad, a pesar de no tener tantos médicos por cada mil habitantes como Cuba, por ejemplo, estos días los dirigentes catalanes se han sentido orgullosos de que el Rey haya elegido un hospital público de Barcelona para su operación de pulmón. Políticos, medios de comunicación y un sin fin de ciudadanos se han interesado por el estado del Rey y me parece bien que compita en audiencia con Belén Esteban. Pero también me gustaría que el resto de los ciudadanos que no pueden pagar plantas enteras de hospitales ni una simple operación, no tuviesen que formar parte durante meses o años de una lista de espera interminable y que se tengan que armar de paciencia, esperando no morir antes de ser atendidos por la sanidad pública. Eso sí, si la sanidad privada cobra de la seguridad social, transformándola en un lucrativo negocio, tratan a los pacientes a cuerpo de rey.

Y a propósito de rey, me gustaría saber cuántos indigentes y desgraciados podrían comer cada día del año con lo que nos cuesta la monarquía, si Franco no le hubiese nombrado su sucesor. ¡Viva la república!

CONSTANTE

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