Día Internacional del Trabajo

Hoy debería celebrarse la Fiesta del Trabajo, pero no es así, porque no está el horno para bollos ni para fiestas. Todos sabemos que siempre ha habido clases, que las hay y que seguirá habiéndolas eternamente.

Primero están los nobles, les siguen la aristocracia, la burguesía, los banqueros, altos cargos del clero y del ejército, los grandes artistas, los deportistas de élite, los ricos y nuevos ricos, que son los peores; los especuladores insaciables que lo echan todo a perder, los mafiosos y los traficantes de todo lo trapicheable, la patronal, los gremios y colegios oficiales, los políticos que deberían solucionar todos los problemas y sólo solucionan los suyos, los funcionarios que sólo piensan en asegurar las habichuelas para siempre y para terminar, los sindicalistas que blindan sus puestos de trabajo en las secciones sindicales, en los comités de empresa o como liberados, de los que hay cientos de miles en toda España, gracias a las subvenciones estatales.

Todas estas clases “especiales”, sobre todo las primeras, ignoran y desprecian a la clase trabajadora, que paradójicamente es la que mantiene sus privilegios con su trabajo diario, como si sólo tuviesen la obligación de ser explotados y sin derecho a la vida.

Hoy se celebra el Día Internacional del Trabajo y es una vergüenza que ni siquiera se manifiesten los individuos que están obligados a hacerlo, ya que viven del cuento. ¿Cómo es posible que con más de 4,6 millones de parados sólo se manifiesten decenas de miles de trabajadores en todo el país?

Viendo lo que hay, no es difícil llegar a la conclusión de que somos una clase sin conciencia de clase, como si nos avergonzásemos de ser trabajadores y nos limitamos a sobrevivir sin rechistar y sin reaccionar como en otros tiempos; no vaya a ser que nos tachen de revolucionarios como a los franceses. Parece que ya tenemos bastante con soportar los problemas económicos que nos agobian y pagar las malditas hipotecas toda la vida.

CONSTANTE