lunes, 24 de mayo de 2010

Platanitos de FP

Las tres últimas semanas de cada curso me toca sufrir al ver cómo la mayoría de los alumnos de los Ciclos Formativos Superiores intentan aprovechar las últimas horas y minutos de las clases para ver si tienen suerte y funcionan sus proyectos. Menos mal que ya es el último. Tengo que armarme de paciencia y exigir que salgan puntuales a las 22 horas, mientras recuerdo cómo en los años 60 del siglo pasado, el Platanito recorría pueblos y ciudades del país buscando una oportunidad. Lo curioso de la comparación es que el aspirante a torero no triunfó y la mayoría de los alumnos se salen con la suya, con el título bajo el brazo sin merecerlo, porque han pasado el curso sin el más mínimo interés, dándole al cigarrillo, al porro, jugando con los móviles o en tertulias nada interesantes sobre fútbol o coches, pensado que les aprobarán igualmente y creyendo que de lo han de dar todo hecho. ¡Qué no les pase nada con lo que les espera!

Según las últimas estadísticas, seguimos a la cola de la OCDE en formación y nivel educativo. El Departamento de Educación pretende que aprueben el 90% de los alumnos sin importarle si están preparados o no. En el último curso han fracasado y no terminaron sus estudios el 30% de los alumnos de bachillerato y el 45% de los de Formación Profesional. En cambio, el fracaso de los de la ESO fue del 12%. Qué manera más absurda de engañar al pueblo, cuando todos sabemos que no deberían pasar de curso ni el 20%, a juzgar por su baja preparación. Por eso creo que debería desaparecer la O de La ESO. Es decir: no debería ser obligatorio, si queremos que el sistema educativo funcione mejor; porque en este país somos reacios a aceptar las imposiciones por ley, intentando saltárnoslas todas; al contrario que las prohibiciones, haciéndolo todo al revés. Si les dijeran a los padres que sus hijos tienen todas las oportunidades para educarse y formarse adecuadamente, pero que no se le tolerarán faltas de respeto, indisciplina y mala educación, seguramente traerían a sus hijos a los institutos cogidos de las orejas y les meterían caña ante las protestas de directivos, profesores y compañeros que sí quieren estudiar. Pienso que los que no dan la talla intelectualmente, se hacen los graciosos e interrumpen las clases, como si el profesor fuese un espantapájaros, para intentar disimular sus carencias de asimilación y no hacer el ridículo, cuando es eso precisamente lo que hacen, echando a perder también el nivel académico de los alumnos más aptos, que es lamentablemente el más bajo de la historia reciente. Como dicen los beatos: “Dios le da pan a quien no tiene dientes”.

Este poco interés por la educación, por la formación y la cultura es una vergüenza nacional, algo que no pueden entender en los países más avanzados, donde pensarán que somos retrasados mentales. Sigamos así, que ya nos darán…

CONSTANTE

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