Yo soy muy aficionado a las frases geniales o comprimidos filosóficos, pero no tomo nota cuando se me ocurren y luego se me olvidan como los chistes, que sólo los recuerdo si vienen a cuento.
Se dice que la envidia es una enfermedad nacional y yo pienso que la inteligencia es lo que mejor repartido está en nuestro país, porque todo el mundo se cree el más inteligente, aunque sea imbécil.
También pienso que el grado de idiotez y de felicidad es directamente proporcional y este fin de semana he podido comprobarlo. Fui feliz porque estuve dos días desconectado de los medios de comunicación y no me enteré de las tonterías que dicen los políticos en la campaña, especialmente los de la derecha, que son insoportables.
He estado veinte horas de tertulia en la feria de entidades de Mollet, donde he visto miles de personas paseando, dando vueltas y vueltas alrededor de los stands, pasando una y otra vez, viendo qué podían pillar gratis: comida, bebida, revistas o folletos informativos de las asociaciones; pero pasando de todo, sin comprar nada, debido al mal de la parofobia.
Al ver desfilar tantas miles de personas delante de mis ojos, uno se imagina lo diverso es el mundo y se ve de todo: pocos jóvenes, muchos ancianos y matrimonios de todo tipo. Cuando pasaba una pareja joven me imaginaba lo que pensarían al conocerse: ella, al dirigirse a él: voy a ver lo que le puedo sacar. Y él: voy a ver si se la puedo meter. Es lo que hay y lo que ocurre, si ellas son interesadas y si nosotros sólo pensamos lo que pensamos.
CONSTANTE
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