viernes, 1 de mayo de 2009

La fiesta de los ricos

Tras la Revolución Industrial, los trabajadores comenzaron a adquirir conciencia de clase y se asociaron en sindicatos.
Marks lo revolucionó todo desde Alemania. En Francia, con los falansterios nos demostraron que se puede vivir trabajando sólo cinco o seis horas diarias. En España se fundó la Unión General de Trabajadores en 1888, de la que se escindió Comisiones Obreras durante el siglo XX. Esta acción fue nefasta para los trabajadores, por la cita popular: divide y vencerás. Son tan pocos los trabajadores afiliados y como aquí se subvenciona todo, sobreviven gracias a las subvenciones estatales; como no podía ser de otra manera, si hasta incluso chupa del bote la Iglesia Católica Romana.
Durante el siglo veinte, especialmente después de la Transición, se había avanzado bastante en derechos sindicales y temas sociales, a pesar de la asignatura pendiente que aún perdura, como la discriminación laboral de la mujer, intolerable en el siglo XXI.
Pertenecí unos años a un sindicato y recuerdo que hace hoy veintiocho años participé en la fiesta del 1º de Mayo. Cuando nos desplazábamos hacia un pabellón deportivo unos centenares de trabajadores por una calle de Mollet, veía como desde los balcones, trabajadores más pringados que los que nos manifestábamos se reían con cervezas u otras bebidas en las manos. Desde aquel día decidí no participar nunca máis, mientras una mínima parte de los trabajadores se crean ricos por poder mantener una casa, una familia y un coche. Sin embargo, siempre me he manifestado en contra de las guerras y el terrorismo.
Los sindicatos subvencionados no pueden presionar a los gobiernos para que legislen a favor de los trabajadores y son los empresarios los que tienen la sartén por el mango. Es como el perro que da vueltas para morderse la cola y no la alcanza. Prueba de ello es que la media de los salarios de hoy en día es exactamente igual al de hace veinte años. Hemos retrocedido hasta un punto inadmisible y ya ni siquiera se puede hacer huelga, porque si se hace no se llega ni a mediados de mes.
Llevo muchos años escuchando la misma cantinela a los líderes sindicales en el día de hoy y sé que esto no tiene solución sin una revolución total de la clase trabajadora. Mientras que cada uno piense en sí mismo, los empresarios seguirán riéndose de nosotros y enriqueciéndose, hasta que se apoderen de todas las riquezas del mundo y todos seamos sus esclavos.
Estoy seguro que si fuésemos más unidos para luchar contra los poderes fácticos que nos oprimen y nos explotan, se podría llegar a fin de mes trabajando sólo cuarenta horas semanales, para dedicar más tiempo a la cultura, al arte y a la educación, que buena falta nos hace en este inculto y desdichado país. De lo contrario, nunca habrá pleno empleo y todo serán problemas, incluso para los ricos, que tendrán que dedicar gran parte de sus beneficios a seguridad y ni así podrán vivir tranquilos. El tiempo lo dirá.

CONSTANTE

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