Subvenciones perdidas

Hoy me invitaron a una audición de sardanas, donde me dijeron que podía promocionar mis libros. Sabía que no había nada qué hacer y me acerqué media hora antes, pero aún no había nadie; ni siquiera los organizadores. Cuando llegaron los componentes de la cobla, creyeron que era yo el organizador y hemos hablado de los problemas de la promoción de la cultura en este país. Mientras tanto, aproveché para obsequiarles con mi último libro y se sorprendieron, porque eso no suele ocurrirles nunca.
No quiero ni saber lo que invierten ayuntamientos, diputaciones, autonomías y el Ministerio de Cultura en subvencionar millones de actos culturales y otras actividades que se organizan a lo largo y ancho del país durante todo el año. Los que aprueban las subvenciones creen que lo están haciendo bien y juegan con el dinero de los contribuyentes, pensando que con ello tienen cautivos los votos de los directivos y asociados de las instituciones que organizan los actos y no es así necesariamente. Lo que ocurre es que la mayoría de estas asociaciones los organizan para recibir las subvenciones correspondientes, aún sabiendo que van a ser un fracaso de público en la mayoría de los casos.
Señores administradores de los impuestos, no se pueden despilfarrar miles de millones de euros en temas que no repercuten en toda la ciudadanía, como los 600 millones subvencionados a festejos taurinos, en películas que saben que no se proyectarán nunca en las salas de exhibición o en obras de teatro y musicales que resultan ser una ruina comercial, por poner los ejemplos más singulares. ¿Es qué no hay otras prioridades en tiempos de crisis?
Las asociaciones culturales, artísticas, deportivas, etc., deben autofinanciarse y que se dediquen a trabajar con imaginación, que con el dinero recibido a cambio de nada, cualquiera hace virguerías. Lo importante es hacerlas sin dinero, sino no tiene mérito, por eso lo denuncio aquí. Con dinero hasta los americanos fueron a La Luna.

CONSTANTE