martes, 21 de septiembre de 2010

La mujer bandera

En mi primer libro “Llévame al Pórtico de la Gloria” y en alguno más, hablé del cuerpo de la mujer, como la maravilla más extraordinaria de la naturaleza y que sin ellas no valdría la pena vivir.

Decía que una mujer bandera debe medir de estatura la suma de su pecho y la cadera o el triple de cintura, para que el físico sea armonioso y proporcionado, independientemente de la masa corporal que tenga; como deben serlo también los elementos del rostro femenino.

Para escribir “Después no serás tú” en el que hablé mucho de las top models, pasaba horas viendo desfiles en una canal internacional, por aquello de la documentación. Estos días nos están metiendo hasta en la sopa los desfiles de la Pasarela Cibeles y dan verdadera pena, tanto por la mayoría de los trapitos que lucen las modelos, como por ellas mismas, con sus caritas famélicas, que parecen de plástico y con sus huesos saltando a la vista. Echo de menos las top models de hace unos años. Fue precisamente en Cibeles en aquella época, cuando muchas instituciones pusieron el santo en el cielo por la extrema delgadez de las chicas y parecía seguir el ejemplo Londres, pero todo se quedó en agua de borrajas y cada vez son más canijas, porque los modelos lucen mucho mejor en las “perchas” que en las mujeres consideradas normales .

¿Habrá algo más excitante que hacer un análisis organoléptico al cuerpo de una mujer y encontrar ese espacio que existe entre sus delicados huesos y su fina piel, relleno de una fuerte y esbelta musculatura, con la cantidad imprescindible de grasa?

Lo lamentable de las pasarelas es que si en nuestro país el prototipo antropológico de la mayoría de las mujeres es más bien bajo y regordete, subliminalmente se está induciendo a las adolescentes y jovencitas a pasar hambre para mantener el tipo; lo que conduce a la anorexia y la bulimia, males de hoy en día desgraciadamente; cuando por el contrario, un alto porcentaje de las mismas no cuida la alimentación y sufren obesidad. Es cuestión de educación y mientras no nos convenzamos de ello, seguiremos viendo generaciones de jóvenes de las menos uniformes de la historia, en las que se incluyen también los chicos. Lamentable, pero real.

CONSTANTE

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