Este verano tuve mucho tiempo para observar cómo funciona la sociedad en que vivimos y me di cuenta de que si no somos estúpidos poco nos falta.
Hace tan sólo dos años el Gobierno negaba la crisis que se veía venir desde hace tiempo, pero finalmente no tuvo más remedio que reconocer que ésta es más grave que ninguna otra de las anteriores, por culpa del los ladrillazos que nos han dado. Ahora nos quieren hacer creer que ya comenzamos a salir del pozo en que nos han metido por ineptos y en cierto modo es verdad, aunque sólo se beneficien los ricos y las entidades financieras que no pierden ni en tiempos de crisis.
Conozco individuos y familias que malgastan más en chucherías que en productos de alimentación sanos y equilibrados de la dieta mediterránea. Lo mismo se puede decir de las consumiciones en bares y restaurantes, (España es el país del mundo donde hay más establecimientos de restauración por kilómetro cuadrado); donde se consumen más drogas, en el pernicioso tabaco, en teléfono, en productos cosméticos y peluquería, en ludopatías y todo tipo de juegos de azar, en prostitución, en coches, en viajes incluso a crédito, en trapitos de marca, pagando diez veces más de lo que valen, para que las grandes figuras del deporte puedan lucirlas cobrando miles de millones. Me pregunto por qué sólo hacen publicidad engañosa los deportistas y no los verdaderos artistas y científicos, a quienes deberíamos admirar más por sus fantásticas actividades culturales y maravillosos descubrimientos que nos benefician a todos. Pues no; adulamos a los estúpidos, porque también lo somos y así nos luce el pelo. Mientras tanto, los lumbreras de la industria del consumismo y del marketing van creando innovaciones incesantemente para que todos los pijos traten de imitar a los que pueden permitirse estos innecesarios lujos y demás placeres terrenales, gracias al esfuerzo de los desgraciados que trabajan y se hipotecan para toda la vida, como en ninguna parte del mundo desarrollado ni en otra época de la historia. Luego quieren los sindicatos que hagan huelga, si no pueden hacerla para no complicarse más la vida.
Los ignorantes tachan de pijos a los que despilfarran miles de millones, pero los pijos de verdad son los imbéciles que tratan de imitarles, aún sabiendo que no tienen dónde caerse muertos. No son más tontos porque no se entrenan. Es lo que hay y no tenemos arreglo, gracias a la estupidez humana. Cómo vamos a llegar a fin de mes si estiramos más la pata de lo que da la manta. ¡Vivan los fantasmas que caen víctimas del consumismo descontrolado!
CONSTANTE
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