miércoles, 22 de septiembre de 2010

Políticos e inmigración

En una Europa en recesión con 12 millones de personas extracomunitarias y otras tantas sin papeles -cuyo número es muy difícil de establecer- viviendo dentro de sus fronteras, inmigración, paro y delincuencia configuran un cóctel de mal combinar pero que muchos políticos, conocedores de sus réditos electorales, tratan de agitar. No es casualidad pues que a poco más de dos meses en las elecciones catalanas, el PP trate de poner sobre la mesa el debate de la inmigración, que hace unos meses puso a prueba la tolerancia en localidades como Vic, por la amenaza municipal de dejar de empadronar a extranjeros en situación irregular, o Salt, donde las protestas por la inseguridad degeneraron en un brote xenófobo.

Ni Nicolas Sarkozy en Francia ni Silvio Berlusconi en Italia andan con rodeos al relacionar delincuencia e inmigración. Fue Berlusconi el primero en colocar en el centro de la diana a los gitanos rumanos y en devolverlos a su país, además de autorizar las patrullas ciudadanas nocturnas. En el norte de Italia, varios alcaldes de la gubernamental Liga Norte han aprobado ordenanzas antiinmigrantes y se han llegado a eliminar bancos públicos en los parques para que no duerman en ellos. Publicitando las expulsiones de gitanos rumanos, Sarkozy trata de que no se le escapen votos por la derecha.

El Frente Nacional vuelve a ganar terreno en las encuestas y no es Francia el único país donde la ultraderecha gana fuerza atizando el fuego de la inmigración. ¿Qué pasa en aquella liberal y tolerante Holanda, donde el islamófobo Geert Wilders es capaz de convertir a su partido en la tercera fuerza del Parlamento proponiendo prohibir el Corán y la expulsión de musulmanes? En Alemania, donde la memoria del nazismo ha limitado hasta ahora la influencia de la extrema derecha, la fundación en Berlín de un nuevo partido ultra, Libertad, ha originado un pequeño terremoto en la cancillería. Y la Merkel va a expulsar a los 9000 gitanos que acogió con la guerra de Kosovo.

Los expertos advierten del riesgo de este discurso político que explota el miedo de la gente: los sentimientos sobre la inmigración son muy profundos y puede que no desaparezcan cuando la economía se haya recuperado.

Pues eso, otra vez sigue siendo eso, y nuestro blanquecino y papanatas defensor de no sabe qué, adalid de no sabe que cruenta injusticia planetaria, defiende a los pobres de Paquistan y hunde a los pobres españoles de nacionalidad. ¿Seguro que este mastuerzo sabe lo que hace?, ¿por qué hará caso o manda hacer al Desatinos Moratinos, el amigo íntimo de Arafat?

Borjas, un descontento.

PD: Solana y Tura al Poder.

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