Ha muerto el religioso Vicente Ferrer. Ha muerto su cuerpo físico, pero su espíritu, su obra y su recuerdo permanecerán en nuestra memoria individual y colectiva para la vida eterna.
A lo largo de la historia han surgido multitud de religiones, unas grandes, consideradas universales y otras pequeñas, de las cuales, la mayoría, más que ser beneficiosas, son una lacra y un peligro para la humanidad. Desde que tengo uso de razón me he preguntado para qué sirven. Unas tratan de salvarnos de las penas del infierno y sus jerarquías viven en la gloria aquí en la Tierra, a las que se les ve el plumero cada día, con sus declaraciones en contra de todo lo que represente avances sociales para las personas.
Una de las religiones más antiguas, la de Confucio, era un código ético, como lo fue en principio la cristiana, pero sus sucesores apostólicos romanos la han corrompido tanto en todos los sentidos, que para ellos ya sólo es negocio, además de las aberraciones inaceptables como los casos de pederastia que cometieron sus representantes a lo largo de siglos y milenios. La doctrina de Prisciliano, en que estaba permitido el amor libre, también coincidía con la del principio del cristianismo, pero como era considerado hereje fue decapitado, gracias a lo cual existe hoy el Camino de Santiago, tal como se explica en "La leyenda de la sirenita", (tratado de parapsicología)
Los verdaderos religiosos y religiosas son los que trabajan en los países míseros en pro de la salud, la educación y la supervivencia de los desheredados del planeta. A ésos y ésas es a quienes se les deberían poner medallas y no a los que lucen sus impresionantes joyas sobre sus panzas.
En "Después no serás tú" dije que la organización de Vicente Ferrer debería sustituir al gobierno indio, porque está haciendo más por aquel pueblo que los mismos gobernantes, que prefieren destinar miles de millones a bombas atómicas antes que al pueblo hambriento, pero eso no ocurrirá nunca, porque en este mundo desgraciadamente todo es muy injusto.
En la iconografía católica, con la que no comulgo, porque sé cómo se producen los milagros, hay demasiados beatos y santos que no merecen serlo y creo que el Vaticano debería beatificar a Vicente de inmediato, más bien como reconocimiento a su bondad y a la voluntad de servir a los pobres.
Vicente y Teresa son más dignos de admiración que la mayoría de los personajes de la Iglesia Católica y de muchas otras confesiones religiosas, que sólo engañan a pueblos ignorantes y se aprovechan de ellos descaradamente. Vicente debe ser un ejemplo a seguir para todo el mundo y también para la mayoría de ONGs, que apenas se nota la labor que hacen y se aprovechan de subvenciones millonarias, tanto estatales como particulares.
¡Viva San Vicente!
CONSTANTE
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