jueves, 10 de septiembre de 2009

El desmadre de la educación.

En 1977 llevaba 19 años trabajando sin poder estudiar y me matriculé en la escuela de Formación Profesional de Mollet, para cursar la rama de Delineación, que me iba bien para profundizar en los conocimientos de la construcción y con el fin de reciclarme en materias básicas, por si tenía que ayudar a mis hijas en la EGB.
En el año 80 había casi tanta crisis como ahora en el sector y decidí hacerme funcionario del MEC, pasando años después a la Generalitat de Catalunya.
En aquella época, la juventud aún respetaba a los mayores, pero a los pocos años de haber alcanzado la libertad, llegó el libertinaje y la mala educación se hizo patente. Los padres que habían sufrido una total represión, daban todos los caprichos a los hijos y les criaron con demasiados vicios.
Recuerdo los primeros años como conserje en el Instituto, que cuando un niño sinvergüenza y mal educado me faltaba a respeto y no cuidaba las instalaciones o material del centro, se me iba la mano enseguida y hubo una temporada que llegaron a llamarme Tejero. El caso es que las collejas se las comían con patatas y había orden.
Pero ahora hemos llegado a una situación intolerable y ni los padres ni los profesores se hacen respetar. No entiendo por qué no se corta esto de cuajo. Tal vez sea porque el Departamento esta dirigido por inútiles desde su cúpula hasta los equipos directivos de los institutos. Da la sensación de que están en esto sólo para cobrar a final de mes y les importa un bledo la educación y la formación de los hombres del mañana. Resultado: vamos vergonzosamente a la cola de la OCDE en cultura y en formación. Pero en este país, ¡no pasa nada!
Hoy en día, los niños sólo tienen derechos y no se les puede maltratar. Pues seguid haciendo el ridículo, señores docentes, a ver a dónde lleváis el país y quien le pone ahora el cascabel al gato.
Cuando estos días oigo a los políticos intentando buscar soluciones al desmadre que ellos mismos dejaron crear, me descojono de risa, porque no lo conseguirán, pues no tienen lo que deberían tener y así no podemos ir a ninguna parte. Lograrán ser tratados de usted cuando yo sea cura. Después de más de treinta años de experiencia con criajos, tengo la receta para poner orden, pero como no soy un don nadie. ¡Que os vayan dando a todos! Que a mí para lo que me queda en el convento… Eso.

CONSTANTE

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