La juventud del botellón

Estoy harto de este país. Está divido entre buenos y malos al 50%, pobres y ricos, tontos y listos, izquierda y derecha, los que estudian y los que no quieren, los que trabajan y los que no quieren o no pueden.
Estoy días estoy escuchando ensayos de unas chicas que cantarán en un maratón musical el próximo día 19 y me emociona ver que no todos los jóvenes están perdidos. Los que se dedican en sus horas de ocio a actividades artísticas, culturales o deportivas nunca crearán problemas a las familias ni a la sociedad; pero los parásitos que no quieren estudiar, porque no están preparados para ello, ni quieren trabajar, porque el trabajo les persigue, pero ellos son más rápidos, son un grave lacra y una desgracia para el país. Al parecer sólo tienen derechos y se pasan por debajo de la entrepierna los deberes y las obligaciones. Pero por supuesto, los fines de semana quieren disfrutar del botellón y la droga, como verdaderos tarados mentales.
Lo curioso y denigrante para el país, es que cuando los ciudadanos sufren las consecuencias de tal desmadre y recurren a las fuerzas de seguridad para poner orden, los delincuentes atacan a la autoridad y entonces la población se pone de su parte y agrede a la policía.
¿En qué país vivimos y qué papel hacen las fuerzas del orden cuando la población les requiere y se ven increpados por la misma? Mal lo tienen y muy desconcertados deben estar, siendo víctimas por defender a las víctimas teóricas de los parásitos que la sociedad ha creado. Así no podemos ir a ninguna parte y me pregunto a dónde podemos llegar con este alto porcentaje de juventud tan conflictiva. Debe ser cuestión de educación y cultura, de cuyos elementos carecemos. No tenemos arreglo.
¿Tan inútil es el Gobierno, que no exige una legislación adecuada para que cada palo aguante su vela y el que la haga la pague? Mirad que es fácil dar caña a quién la pide a voces. Pero claro, los jovencitos deben ser felices y disfrutar a toda costa. Ya se lo encontrarán cuando caigan víctimas de los buitres carroñeros que les acechan.

CONSTANTE