martes, 1 de septiembre de 2009

70 años después

Hace hoy 70 años que estalló la Segunda Guerra Mundial.
Con la ocupación de la llanura occidental de Gdansk y la entrada de tropas en Polonia, Hitler encendió la mecha del conflicto, deseando conquistar espacio vital en el este para el pueblo alemán.
Casi cincuenta millones de víctimas de los quince países implicados son la más grande y espeluznante aberración cometida por los humanos en el siglo XX. A este holocausto hay que añadir la destrucción sufrida por la vieja Europa, exhausta y empobrecida. Así se alteró el orden mundial y la política de bloques comenzó a tensionar el mundo entre dos polos de poder antagónicos, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Dentro de este contexto de guerra mundial, los norteamericanos lanzaron las dos primeras bombas atómicas sobre las conocidas islas japonesas, provocando más de trescientas mil víctimas.
Pero todo esto no nos sirvió de escarmiento, porque desde entonces siguió habiendo centenares de guerras en todos los continentes, con millones de muertos, víctimas de las armas, el hambre y enfermedades. Incluso después de finalizada la Guerra Fría, continúa habiendo conflictos sin resolver, porque hay grandes negocios de las superpotencias detrás y así nunca construiremos nada positivo. Menos mal que con las sucesivas crisis el crecimiento de la población mundial ya se va ralentizando, sino sería un caos total. Pero cada vez está todo más globalizado, como la economía, que sólo favorece a los ricos; la contaminación del medio ambiente, que provoca el cambio climático y lo que es peor, la globalización de la estupidez humana, por eso nos utilizan como conejillos de indias.
En 1945 lanzaron las primeras bombas nucleares, pero desde entonces, los países que disponen de arsenal atómico se han multiplicado por siete y las bombas por veinte mil. ¿No creen que es demasiado? ¡Qué locura!
Según mi punto de vista este es el peligro más grave y aterrador que tenemos actualmente, porque todo lo demás aún tiene arreglo; pero como a un loco se le ocurra presionar el botón rojo, nos vamos todos a tomar viento. Pongámonos una venda en los ojos o escondamos la cabeza como el avestruz y seamos felices, confiando en la lacra inmunda que nos gobierna. No os quiero recordar lo que nos espera con los palos de teléfono y otras barbaridades que suelo soltar cuando se calienta el techado.
¿A qué esperamos para reaccionar?

CONSTANTE

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