martes, 15 de septiembre de 2009

ESO y lo otro

Ayer comenzó el cole y hoy he visto por casualidad que la presidenta madrileña quiere legislar una ley para recuperar el respeto a los profesores en las aulas. A buena hora. Se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. A ver si sirve para contagiar a las demás autonomías y no se queda en un intento vano.
Si no funciona el Ministerio de Educación ni las consejerías autonómicas, es imposible recuperar la antigua imagen de los maestros, porque ellos tampoco hacen demasiado para ser respetados. Parece que lo único que les interesa es cobrar a fin de mes, tanto si trabajan cumpliendo o no con su deber de enseñar o si están de baja, por ejemplo por depresión. Si yo fuese doctor lo tendrían crudo.
Gran parte de la culpa de lo que ocurre es de los padres que han permitido a los hijos todos los caprichos y vicios. En cuanto los niños mocosos se enteraron que las leyes les protegían y que sólo tenían derechos, se volvieron estúpidos, impertinentes, malcriados, sinvergüenzas, mal educados, irreverentes y tontos. No sé quien le dijo a Forrest Gum que son tontos los que dicen tonterías; pero en el caso de los niños españoles, son tontos porque se pasan todo el día haciendo tonterías y son insoportables. Gracias a ellos, el nivel educativo en el país cayó a niveles vergonzantes, como en ninguna otra época de la historia reciente y nadie sabe cómo detener esta vergüenza nacional. Si alguien quiere saber cómo, que me lo pregunte a mí y se lo explico; pero como a nadie le interesa lo que pienso, que les den. Para comenzar os avanzo que se podría legislar una ley en la que desapereciera la O de la ESO. Ya veríais como los padres obligarían a los hijos a comportarse respetuosamente con todo el mundo y las aguas volverían a su cauce, como hace treinta o cuarenta años. No se debe tolerar lo que está pasando, bajo ningún concepto, y si los que dirigen los poderes públicos lo consienten, que se dediquen a otra cosa, si es que valen para algo.
Cuando yo era niño sólo podían estudiar los ricos, aunque no fuesen aptos para el estudio. A los demás le aplicaban la Ley de Vagos y Maleantes si no querían trabajar, por eso emigraba tanta gente. Desde la Transición, todos tienen la oportunidad de estudiar y la desaprovechan por imbéciles. Pero si además les obligan, la hemos cagado, porque en este país ingobernable no se puede obligar nada si no queremos obtener el efecto contrario; lo mismo que pasa con las prohibiciones. Somos un país patético.

CONSTANTE

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