Estos días se habla mucho de la prostitución en todos los medios informativos y no me extraña, porque ha llegado a un punto intolerable.
Circunscribiéndonos a Catalunya, es donde hay más prostitutas por metro cuadrado de todo el Estado, pero últimamente con la crisis y con los ataques de la administración autonómica, el colectivo va de capa caída. Si hace muy pocos años se movían cerca de 20.000 millones de € anuales en la prostitución, más que con el tráfico de armas internacional o las drogas, ahora se ha reducido considerablemente.
Se dice que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo y no se acabará mientras haya hombres quemados a los que complacer. Cuando las mujeres dejan de estar atractivas y pierden fogosidad, a los hombres nos entra una gran curiosidad y unos deseos enormes de tener experiencias extramatrimoniales, especialmente desde que nos invadieron las gacelillas del este de Europa a principios de siglo; época que coincidió con la investigación que realicé para escribir “La Invasión de las gacelas”. Reconozco que hay que ser tontos de remate para ir con prostitutas, pero soy el menos indicado para hablar de esto, porque en la citada época, cada vez que encontraba en un club una jovencita divina que aceptaba mis condiciones de hacer el amor de verdad, no la salvaba ni su padre. Lástima que no pueda contar lo que he llegado a hacer con ellas, ya que como mujeres merecen todos mis respetos y no voy a denunciar ahora que muchas no cumplían las normas establecidas en los clubes y por sus chulos.
No tolero a quienes tienen que tomar cartas en el asunto y son los que menos interés ponen para legislar y regularizar la situación de tantos cientos de miles de meretrices. ¿Y por qué no lo hacen? Porque son ellos precisamente los que se montan las mayores orgías con ellas, con el dinero del contribuyente.
Antiguamente daba asco visitar siquiera los antros donde ejercían las prostitutas, porque eran todas muy vulgares, guarras e incultas, pero en los clubes actuales, más o menos controlados por Sanidad y la administración, se pueden encontrar verdaderas modelos esculturales que hacen perder el sentido al más plantado de los tenorios.
No hay nada más gratificante, satisfactorio y placentero que introducirse en medio de las piernas de una de esas hembras jóvenes, atractivas e inteligentes, siempre que sea para hacer el amor de verdad; pero si hay que pagarles, es que el cliente no vale absolutamente nada. Como la mayoría de los hombres carecemos de interés para las mujeres, son reacias a practicar sexo por sistema y desinteresadamente, a pesar de ser el deporte más excitante, sano y relajante de todas las actividades humanas, con lo que ahorraríamos muchísimo dinero en medicinas y en gimnasios. Por eso no hay forma posible de acabar con la prostitución. Pero los políticos son tan cobardes que no se atreven a enfrentarse a las mafias y proxenetas que esclavizan a las chicas como verdaderos criminales y así el problema no tiene solución. Pensarán que si lo dejan pudrir, al final todo se arregla sólo.
Lo importante del acto sexual no es el placer recibido en el instante de la eyaculación, que puede conseguirse también con la propia masturbación; lo verdaderamente importante es la satisfacción que se obtiene al haber poseído a una mujer que ama generosamente. Esto me recuerda una cita publicada en mi último libro: Cuando una mujer se dirige a un hombre interesante, va pensando: a ver qué le puedo sacar y cuando el hombre se encuentra en la misma situación, piensa: a ver si se la puedo meter. ¡Somos la hostia!
Un cariñoso saludo a Marina Alexieva.
CONSTANT
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