Después de mis dos jornadas de trabajo, llego a casa casi a las 22,30 y ni siquiera puedo ver la televisión. Me pone enfermo. ¿Cómo se puede dedicar tanto tiempo al Fútbol o a Belén Esteban, con la que está cayendo en el país?
Esta tarde me llamó un señor, que para más señas es un directivo del Instituto y estuvo más de media hora enganchado al teléfono preguntándome cosas, como si yo tuviera la varita mágica para solucionar los problemas del país. Al preguntarme cosas concretas le remití a mi blog, pero no sabe manejar el ordenador. ¡Mare de Déu senyor! Me sugirió que debería hacer llegar mis quejas y mis ideas a los políticos que no saben cómo sacarnos de la crisis y le dije que ya lo estoy haciendo cada noche, pero todo cae en saco roto y es como predicar en el desierto o hablar con las paredes, porque aunque les dijeran a esos salvadores de la patria que estoy poniéndolos morados cada día, a ellos se la rempampinfla, porque se creen dioses mientras les sigamos votando. Esto no tiene arreglo, señores, si no hay una verdadera revolución, algo imposible, viendo lo acojonados que estamos viéndolas venir.
Hoy no pude ver informativos y no sé a quién dirigir mis críticas. Lo siento, mañana será otro día más cañero. Os lo prometo.
CONSTANTE
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