Desarme parcial en vano

El 8 de diciembre de 1987, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov se reunieron en Washinton para tratar sobre el desarme de las dos superpotencias, cuyo acuerdo marcó un punto de inflexión en las relaciones entre los dos bloques.
Durante la Guerra Fría, las dos potencias se habían armado hasta los dientes con miles de armas, entre ellas las nucleares, las más destructivas, peligrosas y auténticamente definitivas, como medio de persuasión, decían; lo que conllevó a que otros países se armaran también, poniendo en peligro la vida en todo el planeta, no tan sólo de la raza humana como se dice siempre, sino también de los millones de especies animales y de vegetales que lo pueblan.
En aquella ocasión firmaron el acuerdo para el desmantelamiento de misiles nucleares de medio alcance y fue el primero sobre el verdadero desarme, porque hasta entonces sólo se habían puesto de acuerdo sobre medidas de control del armamento.
El tratado exigía la destrucción en un plazo de tres años de todos los misiles de medio alcance, soviéticos y estadounidenses, equipados con cabezas nucleares y que afectaba al 3% del potencial mundial de armas atómicas.
Pasados veintidós años, después del primer éxito de Obama con su proyecto de la Sanidad, ahora intenta hacerse valer a nivel internacional, imponiendo a los rusos el desarme del 30% de las bombas atómicas.
Señor Obama, esta medida no sirve para nada, aunque por algo hay que empezar, porque continuará habiendo en el mundo decenas de miles de armas atómicas, repartidas en siete países y con la posibilidad de que en los próximos años las tengan también los coreanos y los iraníes. Y será inútil si un pequeño porcentaje de las terroríficas armas que quedan activas son suficientes para destruir toda la biosfera del planeta.
Por eso pienso y lo explico una vez más, que es necesario crear un ejército mundial bajo el mandato de la ONU, que garantice la seguridad global, la paz y el progreso de todos los pueblos o estamos perdidos.
Me preocupa que la supervivencia de la vida dependa de unos cuantos seres vanidosos y egocéntricos que se dejan manipular por hombres que sólo piensan en el poder político y en el económico, a los que les importan una mierda los 7.000 millones de problemas individuales que sufren los humanos y nuestros parientes los animales y la maravillosa flora que nos envuelve. Si de estos últimos elementos vivos dependiera, habría un total equilibrio ecológico y nuestro planeta azul sería un verdadero paraíso.
¡Malditos sean los que sólo piensan en ellos y en el dinero!

CONSTANTE