Hace 595 años hubo un cónclave de quinientos peces gordos de la Iglesia Católica Apostólica y Romana en Constanza, Rumanía, a orillas del Mar Negro. En los mismos días también se reunieron en la ciudad mil quinientas prostitutas para el disfrute sexual de los ilustres invitados al evento, correspondiendo tres meretrices para cada representante de Dios en la Tierra. ¡Qué bien se lo pasaban los tíos! Es lo que se han llevado cuando pasaron a peor vida.
Transcurridos los siglos, con los avances de las comunicaciones durante el siglo pasado, cada día hay infinidad de reuniones y convenciones por todo el mundo. La mayoría de las mismas ya está constatado que terminan en fracaso total, porque acuerdan cosas que luego no se cumplen, como ocurrió con el Tratado de Kyoto.
Estos días están reunidos en Copenhague más de quince mil delegados de la ONU, representando a 192 países. Tratarán de buscar soluciones para frenar el calentamiento global y el cambio climático, pero no lo lograrán, porque no son capaces de imponer leyes a las compañías energéticas que seguirán contaminando el mundo totalmente hasta que se agoten todos los combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón.
Hace casi un siglo que podrían funcionar los motores con hidrógeno, pero las mafias que lo controlan todo compran las patentes e incluso son capaces de eliminar a los inventores, para que no les hundan el negocio. Ocurre lo mismo con los motores eléctricos movidos por baterías en los últimos años, pero no hay nada que hacer, si los políticos están en manos de las multinacionales energéticas y la gran banca.
Sería fácil solucionarlo si quisieran, pero les da todo igual, porque en lo único que piensan la mayoría de esos compromisarios estos días en Copenhague es en disfrutar buenas orgías, incluso gratis con las deliciosas prostitutas que han reaccionado enérgicamente contra la alcaldesa de la ciudad, cuando recomendó a los establecimientos hoteleros que no facilitaran los múltiples contactos sexuales en sus estancias. ¡Qué barbaridad! No sabe esa mojigata que el dinero y el sexo son dos cosas que mueven el mundo y no se puede luchar contra ello.
Termine como termine el Tratado de Copenhague, ni el mundo se acabará, ni la temperatura subirá tanto como dicen, ni el nivel del mar se elevará tanto como se espera. Habrá muchas más catástrofes naturales, pero sobreviviremos. Por el contrario, no sobreviviríamos a un conflicto atómico, con cerca de cuarenta mil bombas atómicas amenazando sobre nuestras cabezas. Ese sí es un verdadero peligro si algunas de ellas caen en manos de fanáticos religiosos y nacionalistas. Pero somos demasiado confiados y creemos que no pasará nada irreversible. Y si pasa cuando no estemos aquí, ya no sufriremos.
Mientras tanto, a disfrutar, que son dos días. Me gustaría ser delegado de la ONU estos días en Copenhague para fornicar gratis. ¡Joder, qué suerte tienen los “joputas”!
CONSTANTE
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