Hoy se manifestaron una vez más en Madrid la Conferencia Episcopal Española y miles de familias que se acercaron de todas las provincias en ocho centenares de autocares. Tenían el apoyo moral de Benedicto XVI, que se vio en una pantalla gigante y de muchos creyentes que les vieron a través de los informativos de las distintas televisiones públicas y privadas.
¿A quién quieren engañar? A millones de españoles que están en paro y otros tantos que no llegan a fin de mes, también les gustaría manifestarse contra la grave crisis económica que les azota, pero les resulta imposible, porque no cuentan con lo imprescindible para vivir y menos para gastar lo que no tienen en viajes.
Los que se manifestaron hoy, que ya lo hicieron en muchas otras ocasiones y seguirán haciéndolo en el futuro por otras razones hasta que la derecha vuelva a gobernar, no tienen dificultades económicas porque creen en Dios y tienen todo el dinero que necesitan y le sobra para vivir sin problemas de ningún tipo, pero la inmensa mayoría ya ni puede hacer el fantasma como hace unos años y ya no se avergüenza de decir que no tiene dónde caerse muerto, porque comenzamos a conocernos. Las familias cristianas, respaldadas por su dios dinero, pueden permitirse de lujo de tener cinco, diez o hasta incluso quince hijos, contando con buenas niñeras, las mejores guarderías, colegios privados y religiosos, donde les educan y preparan culturalmente para dirigir a la sociedad a dónde les conviene a ellos. Pero a ver quien es el pringado que no llega a fin de mes, con contratos precarios, los salarios de hace veinte años y con los precios de las necesidades básicas como la vivienda por las nubes, se atreve a tener hijos si no cuenta con la ayuda de familiares.
Así las cosas, no me extraña que se manifiesten y sean hipócritamente felices y les importen un bledo los ciudadanos que viven en la miseria, que es caldo de cultivo para que se destruyan más familias que las que se forman actualmente.
La culpa de todo esto la tienen los trabajadores, por no exigir a los gobiernos de izquierdas que hagan una revolución social cuando le dan la oportunidad de gobernar, para repartir un poco la riqueza y no quedársela toda unos cuantos como hasta ahora, aplicando la ley del embudo. ¿Quién no la conoce? La mayoría de la riqueza para una minoría y la miseria para la mayoría que no reacciona.
¡Mare de Déu, senyor! Que Dios nos pille confesados.
CONSTANTE
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