Cuando la administración española plantea instalar en un municipio una cárcel, un basurero o un cementerio nuclear, los ciudadanos y las organizaciones ecologistas se rebotan y reaccionan negativamente. Pero cuando se trata de cerrar una instalación de esas que en principio no querían, que emplea a muchos trabajadores del pueblo o la comarca, la cosa cambia y dicen no cuando deberían decir sí o viceversa.
Estos días se debate si instalar un cementerio nuclear en Yebra o Ascó y las opiniones están divididas, porque en tiempos de crisis cualquier trabajo es bienvenido, para no vivir de la sopa boba o de las instituciones benéficas, porque el Estado está arruinado.
Si gran parte de la placa continental africana está ocupada por el desierto del Sahara; es decir, cubierta de arena, que en vez de reducirse, crece cada año que pasa y donde no hay peligro sísmico, me pregunto por qué los ilustrísimos dirigentes mundiales no estudian la posibilidad de instalar en ese lugar tan inhóspito un mega cementerio nuclear para todo el mundo, pudiendo cubrirlo de arena sin necesidad de comprarla. De esa manera se acabarían los problemas de los municipios afectados y solucionarían los de los países que sólo tienen arena en su territorio, cobrando un peaje.
Resulta curioso que África sea precisamente el continente más céntrico de los cinco que contiene el planeta y no sería difícil transportar hasta allí todos los residuos, desde los de los hospitales hasta los de las mismas centrales nucleares. No es una idea descabellada porque se me haya ocurrido a mí, pero si los políticos piensan con el carallo, apañados vamos.
CONSTANTE
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