Hace 517 años que unos cuantos españoles descubrieron el continente americano. Parece mentira que la potencia mundial de entonces se haya quedado en lo que es hoy.
Coincidiendo con la expulsión de los moros y de los judíos, España descubrió por casualidad el nuevo continente y todos sabemos a qué han ido allí: para esquilmar las riquezas de aquel inmenso territorio y cristianizarles a la fuerza, en plena época de la Santa Inquisición. Menos mal que hoy disfrutamos de libertad y podemos creer o no creer en Dios y practicar o no, sin que nos lo impongan; faltaría más. Pobres nativos sudamericanos, que recibieron a cambio enfermedades venéreas de todo tipo, la viruela o el sarampión, entre otras, con lo que la población autóctona, unos 23 millones, se quedó en 3 millones en menos de un siglo.
Desde entonces, España pasó a ser la Madre Patria de casi todos los sudamericanos y ahora nos están demostrando lo buena gente que son, porque vienen aquí para ser explotados, y encima no nos odian por lo que les hicimos y son muy agradecidos, después de todo lo que han sufrido sus antepasados. Será porque viven mejor que es sus países respectivos, sino no se explica.
Lo que no veo bien de esta festividad es la parafernalia del desfile de las Fuerzas Armadas, porque me recuerda tiempos pasados no muy lejanos. ¿A quién quieren impresionar o asustar si nadie nos va a invadir si pertenecemos a la OTAN? En alguno de mis libros dije que el ejército español se parecía al de Pancho Villa, pero veo que va mejorando, aunque debería ser más eficaz, más moderno y más reducido de personal, porque la mayoría de sus soldados están en él para prestar servicios de guardia, cocina, limpieza y enlaces de los mandos.
Siempre pensé que debería haber un ejército mundial bajo el mandato de la ONU, para poner orden en todo el mundo, ante tanto dictador y tantos gobiernos corruptos, con lo que cada país se ahorraría un pastón.
Todo desfile es un gasto innecesario, con la que está cayendo en este país, que no levantará cabeza, por lo que ya expliqué muchas veces; como también lo es la recepción oficial en el Palacio de Oriente, que me recuerda el día 1 de octubre, cuando se reunían allí un millón de españoles para aclamar al “genenanísimo”. No está el país para tanto gasto y tanta parafernalia inútil. Pediría que en adelante se celebre solamente el día de la Hispanidad menos fastuoso y el día del Pilar de Zaragoza. Ya está bien de tanta fantasmagoría y tanto despilfarro.
CONSTANTE
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