Vergüenza nacional

Hace unos días, Montserrat Nebrera abandonó el Partido Popular de Catalunya y su escaño en el Parlament, por estar en desacuerdo con la dirección nacional. Fue un fichaje de Josep Piqué y realmente la chica valía la pena. Ella debería asumir la presidencia del partido en Catalunya cuando nombraron a un tal Cirera; sí, ese calvito que le dijo en un mensaje a un amigote de un partido de izquierda y miembro del Govern, que su partido era una mierda. Y tenía razón, es una mierda en todos los lugares que gobierna, porque ya no saben cómo manipular el dinero que corre de unas manos a otras, como si sólo ellos tuviesen derecho a la vida. Nebrera también perdió la batalla contra la de los morritos artificiales, impuesta por Rajoy, por eso optó por abandonar y no perder más tiempo entre impresentables. Con lo que ella había luchado dialécticamente en todo tipo de tertulias radiofónicas y de televisión en los últimos años.
Es una vergüenza nacional lo que está sucediendo estos días con la lucha por el poder en Caja Madrid. No entiendo por qué Rato no les manda a freír espárragos a Rajoy y a Esperanza Aguirre, pues da la sensación de que espera que le nombren para el cargo, como si no tuviera donde chupar del bote. Si Rajoy tuviese lo que hay que tener, pondría orden sin contemplaciones en su partido, pero no lo hace porque está atrapado entre los poderosos de los partidos regionales, especialmente el de Madrid y el de Valencia.
Tienen suerte de que haya más de nueve millones de votantes apollardados, que les votan en cualquier condición, lo hagan bien o mal, tanto en la oposición como en los distintos gobiernos.
Con razón se utilizan habitualmente frases hechas como: Tenemos los gobiernos que merecemos y todos los políticos son iguales, pero no es verdad; porque si los socialistas hicieran lo que está haciendo el PP con el caso Gürtel, no volverían a gobernar al menos en veinte años. Esa es la diferencia de las dos Españas, donde la justicia tiene dos varas distintas de medir. Es lo que hay.

CONSTANTE