Hoy me han dado lástima los agricultores que se han manifestado en Madrid. Tienen razón. Es intolerable lo que está ocurriendo con las cosas de comer en este país.
Hace muchísimos años que se oye hablar de la reforma agraria y de las cooperativas agrícolas como la salvación del sector, pero veo que todo va de mal en peor y no acaba de funcionar. ¿Quienes son los culpables? En parte, ellos, por permitir que sólo los terratenientes reciban subvenciones multimillonarias de Europa por sus extensiones improductivas, pero también lo es el Gobierno. ¿Por qué? Porque debe fijar los precios mínimos de los productos en el campo, para que los agricultores no se arruinen y también el precio máximo final en los supermercados, tanto en las tiendas de los barrios y pueblos, como en las grandes superficies, para que éstas y los intermediarios no se forren descaradamente, encareciendo los precios entre diez o cien veces.
Viendo como funciona esto, los que se están aprovechando de la situación son los pocos campesinos que pueden vender sus productos directamente en mercadillos y en sus mismas casas, prácticamente al mismo precio que en los supermercados. Pero ese sistema es imposible hacerlo extensivo a toda la población desde de se le dio por aborregarse masivamente en grandes ciudades dormitorio, en colmenas que parecen cementerios de almas vivientes.
El poder ejecutivo debería decretar leyes u obligar al legislativo a promulgarlas, para imponer la justicia en todo lo que concierne al buen funcionamiento de la sociedad, especialmente en el tema de la alimentación; pero por el contrario, permite que unas cuantas multinacionales del ramo se enriquezcan cada vez más, pagando las mercancías a los intermediarios al cabo de varios meses, cuando ya las han vendido a precios abusivos.
Otra cosa intolerable es que unos y otros hayan lanzado siempre miles de toneladas de alimentos en vertederos o en el mar, para comercializar menos cantidad y ganar lo mismo o más; cuando cerca de 1,500 millones, una de cada cinco personas en el mundo, pasan hambre y mueren como perros famélicos sin que se haga nada por ellos. Es una vergüenza y un escándalo.
¡Malditos sean los que permiten todo esto! Son unos hijos de perra.
CONSTANTE
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