lunes, 20 de julio de 2009

Descendientes del mono en la Luna

Antes de ver los programas especiales que emitirán esta noche todas las televisiones sobre la llegada del hombre a la Luna, quiero decir lo que pienso acerca del tema espacial.
Hace justo cuarenta años el Proyecto Apolo estaba en su punto culminante, con la mayor aventura de los humanos, la conquista de la Luna.
Yo estaba cumpliendo el servicio militar y me informada cada hora con un pequeño transistor en los boletines informativos de Radio Nacional. Fue emocionante ver como el homo sapiens rompía las cadenas que le ataban al planeta y levantaba vuelo.
Hacía poco más de medio siglo que habían volado los primeros aviones y hubo que desarrollar una técnica de navegación espacial extraordinaria, para poner en movimiento una maquinaria colosal, con decenas de miles de técnicos detrás.
Todo comenzó en plena Guerra Fría, cuando la URSS tomó la delantera a los Estados Unidos, la otra gran potencia mundial, enviado el primer hombre al espacio. Entonces, debido a la herida vanidad de los norteamericanos, el presidente Kennedy decidió enviar un hombre a la Luna antes de que terminase la década de los 60, para contrarrestar el éxito de los soviéticos. Lo consiguieron y me gustaría saber realmente cuánto costó aquel proyecto y para qué sirvió.
En los proyectos actuales de la NASA está el objetivo de encontrar agua en la Luna o en Marte, para ver si es posible obtener energía y construir allí una base, donde refugiarse los megarricos del mundo en caso de un más que probable conflicto atómico, que acabaría con la vida en la Tierra. ¿Aún no se han enterado de que el agua existente en nuestro planeta es inagotable y que con lo que cuestan los programas espaciales se podrían solucionar para siempre todos los problemas de la humanidad, como los del medio ambiente, que ponen en riesgo nuestra salud y nuestra existencia en peligro?
Puede decirse lo mismo de lo que se invierte en guerras inhumanas y crueles. Con lo que cuesta un avión de combate se podrían instalar decenas de miles de farmacias en poblados que carecen de ellas; con lo que vale un carro de combate, se podrían escolarizar cerca de 100.000 niños y con lo que se despilfarra en parafernalias inútiles y propagandas estériles, se podrían erradicar el hambre y las enfermedades de la faz de la Tierra.
Pero el dinero ocupó el lugar de un Dios que no existe y ahí está la perdición, si no acabamos de una vez y para siempre con todos los corruptos y especuladores insaciables, a los que, para colmo, la mayoría de los plebeyos les admiran. Así no podemos ir a ninguna parte y estamos perdidos. Para muestra basta un botón. Cuando lleguen los fríos pueden morir decenas o centenares de miles de personas en el mundo con la nueva gripe, llamada de varias maneras. Ya veréis cómo en los países ricos no faltarán cientos de millones de vacunas, montando un gran negocio las industrias farmacéuticas, y en los pobres caerán como moscas, al no ser que ese virus no incube donde hay desgracia y miseria, que todo podría ser, por lo visto hasta ahora. ¿O es que los medios de comunicación sólo informan de lo que ocurre en los países ricos?
Si los norteamericanos vuelven a la Luna en la década próxima, podrían aprovechar para recoger y traer unas cuantas toneladas de residuos de viento solar, el helio3, que podría generar electricidad para siglos, sin contaminar, pero eso no es negocio, porque habría que invertir mucho en el sistema de fusión nuclear. Me fastidia que vayan de viaje de placer, como en los viajes anteriores. Hay que joderse, con la que está cayendo. ¡Malditos sean!

CONSTANTE

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