martes, 7 de julio de 2009

¡Malditos fanatismos!

Hoy es un día para alucinar con las noticias. Aún suenen los ecos del lleno del Camp Nou con U2. ¡Bravo si fuese por la buena música!
Ayer nos bombardearon con el lleno absoluto de la Monumental de Barcelona, con uno de los toreros más mediocres del país, que creo que incluso no sabe hablar.
Ayer también se abarrotó el Santiago Barnabeu para la presentación del futbolista más caro de la historia: otra caca si analizamos su rostro.
Hoy comenzaron los Sanfermines y lo mismo de siempre: los que quieren demostrar que son machotes se ponen a correr unas decenas de metros delante de los toros, sabiendo que si se dejan caer al suelo ni tan siquiera les pisan. Dicen que hay que vivir emociones fuertes. ¿Cómo las que viven los militares que van cargados de condecoraciones por sus heroicidades en tiempos de paz? Algunos las habrán logrado por las heridas ocasionadas al caerse de las camas durante las orgías que se montan. Lo de San Fermín está bien por la algarabía, por la fiesta, por la buena comida, el alcohol, la música y unos que otros porrillos y algo peor. Lo importante es divertirse, para olvidarse de la crisis.
Pero lo peor de todo es ver cómo millones de fanáticos de Michael Jackson celebran por todo el mundo el funeral del “artista” como si se tratara de Jesucristo Superstar. ¡Qué barbaridad!
Y para colmo, pasado mañana no podré ir a almorzar a casa, porque transcurre por mi pueblo el Tour de Francia y estará la carretera cortada durante seis horas. ¿Por qué los mandamases de Barcelona son reacios a que circule por aquí la Vuelta España y en cambio ahora se vuelcan voluntariosamente haciendo padecer a los usuarios de las carreteras? Será porque ya están acostumbrados a sufrir grandes caravanas y peajes demasiado caros.
Todo esto ocurre porque una gran mayoría de la población siente la necesidad de ser fanático de algo, para sentirse importante. Dejemos que se lo crean y sean ingenuamente felices, que mientras tanto, las impresentables figuras veneradas se lo montan de puta madre. Qué buena es la libertad, para poder ser tonto y no llamar la atención individualmente.

CONSTANTE

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