Querida Sandra:
La noche pasada tuve un sueño en el que debí realizar un viaje astral o algo parecido, durante el cual seguramente habré tenido contacto con el ente sinergético que abandonó tu cuerpo de manera tan dramática hace seis años, por eso se me ocurrió escribirte esta carta.
Sé que en tu estado espiritual, no físico, es imposible que puedas oírme al no disponer de canales auditivos, ni contemplarme con la visión retiniana normal, pero estoy seguro que si no provocas fenómenos paranormales después de tu trágica desaparición es porque en el entorno de los familiares que te aman no hay personas dotadas de facultades parapsicológicas.
La paz en la que se encuentra tu alma se debe al coraje y la constancia de tu madre y de tu familia, que están supliendo las funciones del inútil legislativo español, que debería haber respondido contundentemente hace muchos años, endureciendo las penas para todos los asesinos desalmados que acabaron con la vida de cientos de niñas, de chicas como tú y mujeres de todas condiciones, además de exigir dureza a la injusta justicia, que sólo defiende a los ricos que pueden pagar una buena defensa. Espero y deseo que no desfallezcan nunca y sigan luchando hasta que se haga justicia, por favor.
Nuestra civilización lleva miles de años evolucionando positivamente, pero aún hay individuos que están en su fase primigenia y complican la vida a la gente sensible y bondadosa. Los políticos ineptos intentan solucionar los problemas que ellos mismos crean, pero en vez de subsanarlos los complican más, con lo que cada día que pasa los conflictos se multiplican. Menos mal que hay familias como la tuya y tantas otras, que no se dan por vencidas y poco a poco irán iluminando a las autoridades para que hagan lo que deben hacer y acaben de una vez por todas con el sufrimiento de tanta gente; que para eso se les ha elegido.
Yo daría mi vida por la felicidad de las mujeres que han estado toda la vida discriminadas y avasalladas, pero es imposible desde mi humilde e ignorada condición.
Quiero que sepas que las niñas, las chicas y mujeres como tú permaneceréis eternamente en muestra memoria individual y colectiva, no como los falsos mitos que incluso se quitan la vida voluntariamente para ser recordados en la flor de la vida. Vosotras seréis nuestras guías espirituales y nuestros ángeles de la guarda hasta el final de nuestro deambular por el mundo. ¡Os adoramos, lloramos, sufrimos por vosotras y no os olvidaremos nunca!
CONSTANTE
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