lunes, 13 de julio de 2009

Más sobre arte II

Siguiendo el hilo del artículo anterior, si hacer bien el amor se considera un arte, es arte cualquier actividad humana que sorprenda por su originalidad, por lo que significa de esfuerzo, de voluntad, de creatividad y de apertura de la mente a nuevas tendencias de las distintas disciplinas, con las que los humanos llevamos demostrando durante miles de años que tenemos unas habilidades especiales que las otras especies animales no poseen; aunque por su comportamiento hacia el medio ambiente, deberíamos aprender de ellos, para mantener un total equilibrio en la naturaleza, en la biosfera del planeta.
Como decía ayer, hay miles, millones de personas en el mundo que se dedican al arte y la mayoría desean triunfar a toda costa, sobre todo en la música, para la que corren malos tiempos; en literatura, peor todavía, y en pintura. Todo el mundo cree llevar un artista dentro y cuando vemos cómo funciona el mundo del arte y la cultura en nuestro país, es para volverse locos. Los críticos y los medios de comunicación sólo potencian a los artistas lameculos de los políticos y de los sistemas que se van sucediendo… Lo que sigue es parte de un artículo publicado en Molletamà el pasado invierno, después del espectáculo “Criticart”.
Los buenos artistas y el público en general estamos hartos ante la persistencia de un arte especialmente el contemporáneo en los museos y espacios públicos gestionados por las administraciones culturales, que el público ya ha dejado de visitar, porque en muchos casos no lo considera arte.
Estamos cansados de tener que sufragar con los impuestos la parafernalia publicitaria que cuesta millones, para potenciar un arte que ni siquiera se reconoce como tal, que aburre y encima se permite el lujo de humillar al espectador, tildando de ignorante al que no comparte las corrientes estéticas presuntamente novedosas y transgresoras, con las que se castiga al visitante del museo, que encima tiene que pagar.
Hay muchos artistas impostores y arribistas representados en instituciones culturales públicas con la ayuda de teorías peregrinas, cuya única misión es mantener marginado al público del arte que sí aprecia como tal, pero no tiene opción de acceder a estos espacios. No hay más que observar las interminables colas en las entradas de los museos clásicos como El Prado y la poca afluencia en los contemporáneos.
Me avergüenza que las vitrinas del Barça sean más visitadas que los demás museos de la Ciudad Condal. Així anem malament.

CONSTANTE

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