Hoy toca rapapolvo a los empresarios. Los hay buenos y malos y otros que sólo piensan en sus beneficios para enriquecerse más cada día. Los hay grandes y pequeños y todos tienen además, el objetivo de crear empleo para que los productores de riqueza puedan vivir y consumir lo que producen, sino la economía no funciona.
También hay tres clases de trabajadores:
Primero, están los que se afilian a los sindicatos subvencionados para que no peligre su puesto de trabajo. De éstos, los hay que no dan palo al agua y forman parte de las secciones sindicales y de los comités de las empresas, echándole tanto morro, que suelen coger las horas sindicales de 6 a 8 horas, horario muy raro para las oficinas sindicales.
En segundo lugar están los enchufados, que se sienten protegidos por los caciques de las empresas y no tienen conciencia de que si la empresa no funciona se hunde. A los más perros les ponen de encargados para hacer reventar a los dóciles compañeros.
En tercer lugar están los verdaderos héroes, trabajadores honrados y con dignidad, que hacen todo lo que pueden y más, poniendo incluso en peligro su vida y su salud, debido a la carencia de medidas de seguridad e higiene en las empresas. Para colmo, éstos son incongruentemente los primeros que pasan a engrosar las listas de los EREs y las del desempleo, cuando los empresarios aprovechan la coyuntura de las crisis para enviarles a la indigencia, en el caso de que estén hipotecados para toda la vida; sobre todo, si son los que tienen mucha antigüedad y un salario considerable; con el objetivo de ir equiparándoles poco a poco con los mileuristas; es decir, con los que ganan lo mismo que hace veinte años, para que no puedan hacer el fantasma delante de compañeros y vecinos. Este es un vicio tipical spanish, hasta que nos quitan la chulería.
A la mayoría de los empresarios les importan un bledo los trabajadores si no se pueden forrar para demostrar cada día su poder con aberrante suntuosidad.
Y como funcionamos al contrario que en un país normal, lo tenemos muy crudo para salir de la crisis. Concluyendo: los franceses podrán ser lo que sean, pero nos han demostrado a lo largo de la historia que tienen agallas para derribar monarquías absolutas si es necesario y hacer sucumbir, si es preciso, a cualquier pequeño dictador de primer ministro, cuando intenta imponerles algo que no les interesa. Tenemos una barrera natural en medio, que debe ser muy alta para que no nos deje ver el norte y seamos tan pasotas y pasivos.
¡Ya está bien! Debemos reaccionar antes de que nos den con palos de teléfono sin vaselina.
CONSTANTE
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