El presidente Adolfo Suárez fue nombrado en el verano del 1976 para iniciar la Transición y desmontar las viejas estructuras del franquismo, de las que había formado parte. Esto le resultó más fácil que acometer los cambios que la sociedad española demandaba. Pudo prometer y prometió todo lo que era necesario para instaurar la democracia. El problema le llegó cuando una enorme cantidad de individuos que encabezaban los partidos del conglomerado de UCD le obligaban a que les nombrasen ministros. Lo pasó tan mal, que desgraciadamente ya ni puede acordarse. En la Transición se debería haber eliminado esa prebenda de la Dictadura, en la que un ministro al ser cesado sigue recibiendo una gran paga vitalicia y no se hizo.
El tándem arrollador Felipe González-Alfonso Guerra no tuvo problemas con el nombramiento de ministros, porque Guerra dominaba y controlaba el partido y el que se movía no salía en la foto. En aquella etapa de mayorías absolutas, tampoco se atrevieron a eliminar esos privilegios vitalicios, porque para la mayoría de ellos, que nunca habían imaginado ser ministros era un sueño y había otros problemas más graves que resolver.
Luego llegó el guapo del bigote y a pesar de que tenía más personal disponible y preparado, fue el que menos ministros nombró.
Zapatero llegó de rebote y contra pronóstico a la Secretaría General del partido. Fue un hombre afortunado al ganar todas las elecciones a las que se presentó; pero después de cinco años en el poder le toca bailar con la más fea, llamada recesión, y su estrella se está apagando. Si hace unos días le nombré el sonrisa permanente, ahora, con este reajuste se lo tendrá que tomar en serio si quiere sobrevivir.
He ido analizando las remodelaciones de todos los gobiernos en los últimos treinta años y he llegado a las siguientes conclusiones:
-No todos los ministros son adecuados para lo que son nombrados y es algo que no entiendo. Si fueran competentes no necesitarían una pléyade de consejeros y asesores que le dicen en cada momento lo que han de hacer y lo que deben decir; claro está, cobrando una pasta por figurar.
-Si la política que debe seguir un ministerio la marca el partido que gana las elecciones, valdría cualquiera para dirigirlo, pero como se rodean de amigos inútiles de confianza, no hay forma humana de hacerlos funcionar en todos sus niveles y son un caos indignante.
-Pienso que en una remodelación ocurre como en un gran hotel de lujo en un momento de incertidumbre. Salen todos al rellano de las escaleras de emergencia, donde los que han sido premiados con un ministerio después de muchos años de servicio al partido, en alcaldías o al frente de comunidades autónomas, bajan caminando con todos los honores por haber sido ministros, disfrutando de su paga extraordinaria de por vida, que ya la quisieran repartir los parados que terminan la prestación y se quedan sin nada, aunque hayan trabajado treinta o cuarenta años. Los otros ministros suben a la terraza para coger el helicóptero y comenzar el vuelo por las alturas; lo que les hace tan vanidosos, que se creen especiales sin serlo.
-Menos mal que estos días la mayoría de los lumbreras tertulianos están de vacaciones y no se pueden cebar con mi paisana Salgado. ¡Ánimo, Elena! Demuéstrales a todos cómo sois las mujeres gallegas.
-Lo que lamento es que Chaves sea colocado en otro ministerio para dejar a Griñán en la plataforma de lanzamiento en Andalucía, para desgracia de Arenas, y que pueda hacer aún más daño fiscalmente a nuestra siempre damnificada Catalunya, a pesar de que en algunas ocasiones nos haya beneficiado con sus decisiones políticas.
-También siento que la nueva ministra de Cultura pueda beneficiar aún más a los mediocres artistas podridos de millones y famosos sin merecerlo, que se llenan la boca de su amor por España y viven en paraísos fiscales para no pagar impuestos aquí.
-Lo de Pepiño es un premio por su labor en el partido, por su fidelidad al Presidente y porque ya no puede trepar más arriba, pasando a la historia en cuanto tengan que convocar elecciones generales anticipadas. Bueno, luego quedan las presidencias de instituciones de todo tipo, donde también cobran lo suyo.
Les deseo mucha suerte a todos, especialmente a Gabilondo. A ver si dejamos de ser pronto el hazmerreír de la OCDE, en cuanto a educación, cultura y formación. Esto se debe a que los alumnos sólo tienen derechos y se pasan los deberes y las obligaciones por donde les place. Todo por la maldita O de la ESO. Si no fuese obligatorio estudiar, querrían hacerlo todos, aunque no fuesen aptos. Si los sistemas no funcionan hay que hacerlos funcionar con Bolonia o sin Bolonia.
Para finalizar: gobierne quien gobierne, estamos jodidos. ¡Lo siento!
CONSTANTE
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