Franco dijo en una ocasión: “En los años 40 estábamos al borde del precipicio, pero hoy, gracias a Dios, hemos dado un paso adelante”.
En época de miseria absoluta, promulgó la Ley de Vagos y Maleantes para que nadie se desmadrara. También abrieron en todas las capitales de provincia el Instituto Nacional de Emigración, para exportar a los países que iniciaban un desarrollo extraordinario la mano de obra excedente y la de los trabajadores que no tragaban las condiciones laborales impuestas por el régimen. Eso sí, con contrato firmado en origen.
Después de la apertura al turismo, los planes de desarrollo y la caída en la trampa de la sociedad de consumo, llegó la crisis provocada por el encarecimiento de la energía y por fin entramos en Europa, de la mano del “pedigüeño” Felipe González. España creció económicamente en los años siguientes más que en el resto de toda su negra historia.
De emigrar, pasamos a tener oficinas del INEM en todas las ciudades y pueblos del país, porque una parte de los trabajadores cuando el trabajo les persigue ellos son más rápidos y algunos no pueden. Por lo que tuvimos que recibir cientos de miles de inmigrantes en pateras, cayucos, por aeropuertos, puertos y por los Pirineos, para que los salarios no aumentaran y por el contrario decrecieran. Eso sí, sin contrato y sin papeles. Esa es la diferencia de España con el resto de Europa.
De querer trabajar hemos pasado a no poder hacerlo o no querer. De no poder estudiar, a no querer, porque pasa lo mismo que con el trabajo. De no tener donde divertirse, a tener todo el fin de semana para disfrutar del botellón, del baile, la droga y la fiesta sin fin. De preocuparse de todo a pasar de todo, esperando que nos lo den todo hecho sin esfuerzo ni sacrificio. De ir en bicicleta o moto se pasó al coche, sin el que ya no se puede vivir y para el que han de trabajar la mayoría de los jóvenes. De estar llenos de complejos y entrar en los aeropuertos importantes europeos por las puertas destinadas a sudamericanos, asiáticos y africanos, a sentirnos más chulos que nadie y nos pasarnos cuatro pueblos. ¿A quién queremos engañar?
Estoy avergonzado del informe PISA, que sitúa a Catalunya a la cola de la OCDE en cuanto a educación, formación y cultura. Cuando era imposible que la clase trabajadora pudiera estudiar, el nivel era alto, bajó cuando le dieron a todos la oportunidad y se fue al traste con la obligatoriedad.
Tal vez debido al líder Felipe, al principio éramos todos más europeístas que nadie, pero ahora que ya no se pueden recibir miles de millones de Alemania, la Catalunya de Europa, ya somos euroescépticos.
Ya sé que es una barbaridad, pero me gustaría que Felipe fuera el número uno en Europa, porque es joven todavía, tiene mucha experiencia y ya no quedan líderes capaces de ilusionar a los ciudadanos. La unidad política total del continente está paralizada, pero ya no puede haber marcha atrás y ahora es cuando se ve la falta de solidaridad de muchos países que se han aprovechado de Europa descaradamente durante muchos años. Hay países en el continente y regiones en España que se desarrollaron gracias al esfuerzo de las grandes potencias y ya no les interesa ser solidarios. No me extrañaría que en un plazo breve de tiempo algunas de las regiones que pasaron de la miseria más absoluta a un nivel de bienestar envidiable, soliciten presupuesto del Estado para poder ofrecer a sus ciudadanos los preservativos gratis, ¡Qué país! ¡Qué mundo! ¡Qué mierda!
Quiero felicitar al pueblo gallego, que en treinta años pasó se ser el que menos participaba en democracia, a ser el más participativo últimamente, aunque en las elecciones de junio quedará equiparado al del resto de las comunidades.
CONSTANTE
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