La Fiesta de Sant Jordi

Ayer fue un día de descanso para mí, aunque me cansé de firmar libros en la Rambla de Mollet. Casi doce horas sentado en una silla plegable atendiendo a cientos de personas que hace unos años apenas leían o no lo hacían nunca y he conseguido que lean al menos un libro al año. Pero lo que más me agrada es que la mayoría son chicas muy jóvenes, estudiantes de los institutos y que gran parte de ellas sean del Vicenç Plantada, donde el profesor de Historia, mi amigo José Mazuecos, es como un dios para ellas y les recomienda que se pasen a verme. Cuando se presentan tímidamente en grupos delante de la mesa les pregunto si les envía Mazuecos, entonces sonríen y las hago colocar al lado para esperar pacientemente a que les dedique los libros.
Hace dos años y ayer fue demasiado fuerte, porque el libro estaba subvencionado para ellas y cuando les pregunto si les gustan, todas responden lo mismo: que sí, que no tienen nada que ver con lo que les obligan a leer y les quitan las ganas para siempre, porque más del noventa por ciento de ellas continuarán estudiando en ciclos o carretas que nada tiene que ver con las letras. Yo soy el primero en reconocer que tengo mis limitaciones para escribir, pero esas chicas me animan a seguir haciéndolo.
Ayer también fue un día de descanso, porque no tuve que soportar las tonterías que dicen políticos y otros personajes en la televisión o la radio. Pero cuando me desperté esta mañana escuché una noticia que me sorprendió mucho: En un pueblo, creo que de Granada, detuvieron a un chico de diecisiete años por haber robado un perro y descubrieron que no sabía leer ni escribir; es decir, totalmente analfabeto. Es una vergüenza que pase esto en España a principios del siglo XXI. Es algo muy extraño y no han explicado de que étnia era. Lo curioso del caso es que el padre del chico se justificó diciendo que había más casos como el de su hijo. ¡Es increíble! ¿En qué país vivimos?

CONSTANTE