lunes, 20 de abril de 2009

Crisis. ¿Para quién?

A veces se oyen comentarios hirientes: ¿Dónde está la crisis? Porque se ve a los mismos de siempre llenando los mejores restaurantes, viajando por viajar o disfrutando orgías impresionantes de todo tipo; sí, incluso sexuales. La crisis real es para los trabajadores que van perdiendo poder adquisitivo en los últimos veinte años; pero sobre todo para los que pasan a engrosar la interminable lista de desempleados y se quedan sin nada, mientras el gobierno reparte miles de millones a diestro y siniestro a quien no lo necesita y especula descaradamente. Es una vergüenza y un escándalo.
Ante este panorama, nos encontramos con la paradoja de que los que llegan a la élite dirigente de la economía nacional y mundial son siempre los mismos: los representantes de los poderes fácticos, la aristocracia y los parásitos más grandes de la sociedad, como durante toda la vida. Se creen que son como los brahmanes de la India y nosotros como los intocables, o como los patricios y los plebeyos romanos, respectivamente. Y por lo que veo, parece que esto no vaya a cambiar nunca.
Os recordaré una anécdota que es muy significativa, para demostraros que es verdad lo que digo. Los últimos años del siglo y del milenio pasados, los medios de comunicación nos han estado bombardeando reiteradamente con la tontería del efecto 2000. Que se iba a acabar el mundo y tal y tal. ¡Vaya estupidez! No recuerdo en qué televisión hicieron un reportaje, en el que explicaban que había dos mil señores, repito hombres, en un casino de Madrid, como si estuvieran representando cada uno a un año de los transcurridos desde el nacimiento de Cristo. Y no estaban allí para celebrar la llegada de un nuevo año, un nuevo siglo, ni un nuevo milenio, sino para jugarse las fortunas que les producen miles de asalariados cada día del año. Se pueden permitir ese lujo y muchos más, cuando deberían estar con sus familias a aquellas horas en un día tan señalado. Pero sus señoras son tan hipócritas que se lo consienten todo, aunque queden en evidencia ante la sociedad; porque también ellas se sacian, incluso sexualmente con todo bicho viviente cada vez que se les antoja; no hay más que echar un vistazo a ciertos clubes liberales en las grandes ciudades.
Lo único que les importa a esos desalmados es disfrutar de sus millones, ir de compras cada día y mirar por encima del hombro a lo que ellos consideran chusma. Para más INRI, esa clase tan avariciosa se erige en defensora a ultranza de la familia y está sistemáticamente en contra de la planificación sensata del crecimiento demográfico y del reparto de la riqueza. ¡Faltaría más! Si ellos no tienen problemas para llegar a fin de mes, como los jóvenes que ya ni pueden permitirse el lujo de tener descendencia.
Es lo que hay y estamos apañados si no espabilemos.

CONSTANTE

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